IV

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Un mensaje llegó mostrando la confirmación de la reserva. Diluc no le había prestado demasiada atención, su trabajo le mantenía con la mente en otro lugar que simplemente lo pasó por alto hasta percatarse que el nombre no le sonaba para nada.

Estaría yendo al lugar un poco después de las nueve, le dió incluso tiempo de darse una merecida ducha y asistir a la locación que tenía en ese mensaje. Por su mente no pasó la idea de investigar de que se trataba, no tenía el tiempo libre suficiente para eso y si mejor se encargaba de sus asuntos en persona pensaba que se quitaría de encima el tener que usar su teléfono.

Llegó pidiéndole a su chofer que no lo esperara, regresaría por su cuenta y eso por supuesto que no le dió una buena señal al hombre mayor. Sin esperar nada y cumpliendo con sus órdenes, se alejó y frente al pelirrojo quien mantenía un semblante serio solo pudo ver el gran anuncio frente a él. Cabe señalar la gran cantidad de personas que lo miraban pues portaba ropa cara y para nada común por esos lugares de Mondstandt.

En menos de un minuto, ya estaba siendo arrastrado por una amable señorita hasta una de las salas mientras que el pelirrojo se encontraba sin habla al observar el lugar. Si bien, no se trata de un lugar a los que estaba acostumbrado, admitía tener un poco de clase y estilo algo extravagante que lo sorprendía.

La puerta frente a él fue abierta, la amable señorita le deseó una buena noche y con un Diluc aún confundido solo entró.

Un lugar oscuro, pero con luces tenues. Una mesa de centro llena de bebidas de todo tipo, incluso con el vino de su compañía estando en el centro de las demás y un sofá extravagante haciéndole justicia al lugar.

Se sentó aún incómodo en esa sala, buscando su teléfono y para ver qué Childe se estaba disculpando una y otra vez.

—Childe, ¿qué hiciste? —murmuró para si mismo aún confundido. Miró a su alrededor y después prosiguió a buscar el nombre del lugar para tratar de entender qué rayos quería decir su amigo con tantas disculpas.

No fue tanta la sorpresa al enterarse que era un lugar conocido, lo fue el saber que se trataba de un host club y que el chico más famoso del lugar estaba entrando por esa puerta. Guardó su teléfono al ver que el contrario se aproximaba a él con un sonrisa y, por supuesto, con un tipo de ropa que podría decirse estaba algo provocativa al dejar parte de su cuello y clavículas al descubierto. Diluc podría describirlo como un príncipe con su extravagancia y con la elegancia que desprendía al caminar esos pocos metros hasta él.

—Bienvenido a El Obsequio del Ángel —expresó metiéndose en su papel de anfrition e hizo un saludo llevando su mano al pecho y hacer una pequeña reverencia. —. Kaeya Alberich a tus órdenes.

—Un gusto, supongo... —su voz se hizo apenas audible y provocó que el contrario riera ante eso.

—Fuiste ambicioso al reservar la sala para nosotros dos. No me molesta por supuesto, solo que no es común el que vengan chicos y eres el primero que hace tal cosa. Interesante.

—Una persona reservó por mí, la verdad no tengo idea de lo que está pasando. La señorita me trajo hasta aquí. —Diluc se notaba bastante incómodo, pensaba sus palabras para tratar de no verse nervioso ya que no estaba comprendiendo que rayos significaba esa reservación. Todo ese tiempo creyó que se trataba de algún lugar que quisiese trabajar con él y su empresa, no que estaría involucrado en así. Comenzaba a entender a Childe ahora.

—¿Eh? ¿No sabes que es este lugar? —el pelirrojo negó. —Espera, ¿no sabes quién soy?

—Tu nombre, es lo único que sé.

—¡Lo hubieras dicho antes! —el pelirrojo se alarmó un poco con eso. Kaeya por su lado río estando aliviado y se sentó a su lado comenzando a beber de lo que sea que contuvieran. —Actuar es agotador. ¿Bebes?

—¿Podrías decirme que es este lugar, por favor? —ignoró su pregunta y Kaeya dejó la copa en la mesa sonriendo está vez de una manera muy natural. Era una cara diferente a la que Diluc vio y le pareció por mucho interesante.

—Usar tu teléfono no te vendría mal —rió. —. Relájate, de igual forma odio este lugar.

—Si lo odias deberías renunciar.

—La encargada no me dejará porque le hago dinero fácil —suspiró. —. Lo siento, debería escuchar tus quejas y no la mías. De esto va el negocio.

Diluc no dijo nada. Estaba ocupado viéndolo. Por alguna razón su mirada estaba puesta en él y observando sus gestos pues si que cambia demasiado a lo he vio en un principio. Kaeya se dió cuenta al poco tiempo y sonrió un poco tímido.

—¿Tengo algo en la cara?

—Eres apuesto. —respondió el pelirrojo sin pensarlo dos veces. El contrario negó después de terminar la primera copa.

—He escuchado eso muchas veces que pienso que ya no es verdad, pero gracias, supongo.

—Si llegas a renunciar, ¿te interesaría trabajar para mí?

Kaeya abrió sus ojos sorprendido. Diluc buscó en su bolsillo una tarjeta y se la entregó. Soltó una expresión aún más de sorpresa al enterarse del nombre de la empresa y pronto una idea llegó su mente.

—¿Me ayudarías a salir de aqui? —su pregunta extrañamente sonó más como una petición. Diluc dudó un poco.

—¿Cómo haría eso?

—Rompiendo las reglas.

host club ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora