❈| Capítulo 19: El Asesino Mediador |❈

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El secreto del reino pronto caerá en las manos del pueblo y cederá a la divulgación

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El secreto del reino pronto caerá en las manos del pueblo y cederá a la divulgación. La razón es porque lo que Any me contó la noche anterior no fue una sorpresa para mí. De una forma u otra, lo sabía; quizás desde que tuve aquel sueño invernal o porque las ideas de los elementalistas influencian en mí más que los ninfanos. No puedo creer en un dios que resguarda la maldad y cuando desperté en este mundo fui víctima de la maldad de esos ninfanos, de esos que asesinan en el nombre de un ser omnipotente sin ninguna represalia.

La religión ninfana tiene miedo porque es cada vez más tangencial al resto de la sociedad, pierde fuerza y ese detalle es inequívoco en la historia. El venerado rey Thyor fue el primero con el mar en los ojos cuando sus iguales fueron sacrificados en los inicios por lo misteriosos que les resultaban a los demás y la familia Ashstone vivió en las sombras durante evos. La desaparición del invierno trajo consigo interminables tormentas y el mar hundió las costas. Pese a que Thyor Agrestahm fue ninfano, también contribuyó a la radicación de ideologías infundadas. Incluso, los protectores viven marginados por los curanderos y bélicos, por su filosofía sobre los elementos aunque no son partidarios de la resurgente religión.

Cada uno de estos acontecimientos fortalece a los elementalistas, pero el templo ninfano se mueve en silencio e irónicamente busca apoderarse del peligroso tercer elemento: Aqua. El día que el secreto real de los feéricos sea público, el reino le declara la guerra a los niños de las estrellas y al reino élfico. Me pregunto si Sherlock Dondos se escabulló a Astar para encontrar alguna pista...me pregunto si Vleem mintió sobre su pasado.

Los cabos y servidores de Lucretio Ognes, nos despiertan con fuertes golpes en las puertas de los dormitorios. El eco de los cerrojos y el chirrido de las oxidadas bisagras con cada tres golpes me despierta antes que algún cabo llegue a mi puerta. Para cuando recibo el llamado ya me amarro los botines y el talabarte a la cintura; a la salida anudo el cuello de la camisa holgada, acomodo los largos guantes marrones de tela que esconden las cicatrices en ambos de mis antebrazos y termino de trenzar mi cabello. Katia me saluda en el pasillo con un somnoliento levantamiento de cejas, es extraño verla tan apagada por lo que le regalo una sonrisa burlona de la cual ni siquiera se queja.

El alba es brillante en el punto más alto de Astar, pero el bosque apacigua los molestosos rayos cuando salimos de la muralla exterior donde comenzamos a trotar con la guía de los cabos. El inmenso grupo de bélicos se dispersa en silencio por la vegetación, solo el revuelo de hojarasca y los jadeos se hacen oír por varias leguas. Sin embargo, Katia ni se inmuta por la carrera, apenas unas gotas de sudor salen por su frente y su respiración es inaudible a mi lado; contrario a mí, su fino cabello fluye con la brisa de la carrerilla.

En un momento dado, agito la camisa encontrando el aire e incluso recojo la larga trenza que deja un trecho de sudor entre mis alas. El Bosque de Gaia está abarrotado de altos y bajos, de raíces adventicias y ramas bajas, piedras que trepar y brincar, y charcos y baches que entorpecen nuestros pies en la maleza. Pero los cabos también corren en silencio y sin parar. Inverno golpetea mi pierna de vez en vez y las cuerdas de mis botas terminan desenlazándose antes de concluir la trotada.

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