❈ | Capítulo 12: El Grial de Tres Pétalos | ❈

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—¿Puedo tener un momento a solas con Stamb Sergast? —demanda la ignota y naciente llamarada escarlata luego que los murmullos se convirtieran en una festividad silenciosa y que además salieran apretujados por las puertas para celebrar la salvación...

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—¿Puedo tener un momento a solas con Stamb Sergast? —demanda la ignota y naciente llamarada escarlata luego que los murmullos se convirtieran en una festividad silenciosa y que además salieran apretujados por las puertas para celebrar la salvación de la ceremonia. Anyalys se había agotado de suplicar que era un error...suplicios que la mariscal bélica ignoró.

Stamb Sergast se silenció todo este tiempo en una esquina del atrio donde la luz solo logra besar su sombra, y ahora espera cabizbajo, cruzado de brazos. El reclamo de Anyalys Tizel no consigue borrar la victoria de Johanne Erling y la sorpresa de la extranjera élfica. Las estancadas lágrimas de Anyalys hacen de sus orbes un espejo que muestra la vehemencia del fuego escarlata el cual todavía rutila para agradarle. Lilith Tizel vuelve a hacer de las suyas y se niega a abandonar los estandartes legionarios tras la entrega de la nueva posesión al reino.

—Fuera, todos —nos ordena en un tono piadoso la maestra Dwonall incluyendo a Seth y a Keasly. La mujer de cabello bermellón le insiste a Johanne.

—La dejo en tus manos, Sergast —cede la oficial Erling como si temiera la fuga de su laurel.

A Anyalys le comienzan a temblar los hombros y el fuego va perdiendo su fuerza cuando nos obligan a abandonar las cámaras secretas interponiendo una barrera visual entre los propios amigos de la pulcra llamarada escarlata y ella. Stamb abandona la oscuridad. Él da pasos cortos hacia la muchacha y después acelera para sostener el desplome arrodillado de la pelirroja y arroparla en su abrazo antes que Johanne Erling juntara las hojas de hierro.

Un mutismo vigilante sale con nosotros y ni Katia ni Kistren, quienes se opusieron al reclutamiento de la legión en un principio, pueden pronunciar palabra.

—Parece que todos nos uniremos a la legión después de todo —digo agriamente y abandono el lugar.

De camino por el Bosque Sin Nombre, en mi mente alberga el fuego rojo y la indiferencia de Anyalys en conocer su destino antes que el ámbar cayera en el grial. Hasta aquel instante, la existencia de la llamarada escarlata era solo una codiciada leyenda y presenciar tal elemento preludia una marca en la historia. Lilith Tizel no desiste ni después de muerta. No le bastó renacer en Anyalys a imagen y semejanza, encima la condena a servir a la corona en contra de su voluntad. Es un egoísmo persistente el suyo.

A mitad de mi apogeo con la difunta, la encarnada imagen de aquel sueño espanta mis pensamientos como una ilusión que me distrae de pie al tronco que estuvo cubierto en la supuesta nieve. No se ha podrido en el suelo en plena primavera porque los animales y seres del bosque lo han emboscado y el musgo se alimenta de él. Recuerdo que corrí por su lado en el sueño, y si levanto los párpados del suelo puedo evocar el camino.

Empiezo a andar desviándome de casa. Alcanzo ver un poco de nieve y tétricos árboles sin hojas. Alcanzo a sentir frío y cuando me detengo todo se esfuma.

Empiezo a caminar, más rápido esta vez. Hay algo brillante y seductor al final del pasillo arbolado.

Empiezo a trotar. Las ramas de los árboles forman el arco de un umbral. La nieve cae del cielo mientras mis pies se hunden en ella y levantan la tierra. Puedo ver mi aliento al correr y se congela con el aire veraniego. El viento sopla. El curso de blancas partículas oscila y caen las hojas. Los árboles se mecen, pero los tétricos se mantienen inmóviles. Todo cambia de verde a blanco, de verde a blanco...de primavera a invierno, en un abrir y cerrar de ojos todo es frío y cálido.

Cánticos de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora