—¡Kistren, mira! —grito emocionada a medio camino mientras el viento azota nuestras capuchas y amenaza con empujarnos a El Despeñadero.
Al otro lado del puente, entre montañas de nubes frías, se resguarda una gigante boca de gnomos llena de vidrios de colores, millones de cuerpos luminosos en el cielo de la cueva. Le crecieron olmos a su alrededor y los olmos se aferran a la madriguera como si su vida dependiera de ello; mas adentro le crecieron piedras. El agua retumba metiéndose en aquella riqueza y la purifica mientras el puente tiembla.
—Los gnomos se adueñaron de una mina, pudiste haberles entregado el safinel.
—No —respondo. El tercer cascabel es la pieza que les recordaría que soy la postergada de Think Lebrancel, Guardiana de Astar. Aprendí que tienen escasa retentiva, excepto para lo que brilla, y en su memoria solo hay trozos de lo que les susurra el viento—, seré la hija de la Guardiana Lebrancel, pero no me corresponde su último nombre —amarro el cascabel de hojalata al ribete, allí donde estuvo el safín. Jamás sonará igual, ni a culpa o a sonidos melodiosos, pero sonará a lo que soy y no a engaños.
—Debí suponerlo —dice él apuntando a los árboles—, los olmos son gnomos muertos, por eso viven muchos años.
—¿Tendrán zafiros? —me giro maravillada hacia Kistren—. ¿O diamantes?
—¿Cómo lo sabrías? —me reta él, con las cejas fruncidas y una sonrisa expectante.
Mis hombros decaen y atisbo la enorme cueva.
Nadie nunca ha visto un zafiro y la esmeralda aún impresiona. Hay muchas especulaciones sobre las gemas preciosas y su vínculo con otras cuatro cosas, pero todo aquello se esconde en otra tierra donde capturan magia y la vida es corta. Se rumorea que la civilización apenas comienza, que cuando la esmeralda fue descubierta no existían formas de gobierno mientras que el rubí vio nacer todas las eras del tiempo. ¿Pero cómo es que existe una idea sobre ambas? Alguien ha de haber traído algunas leyendas de Ïmeli a tierras mágicas. O quizás esos brujos conocen más sobre nuestros reinos que nosotros mismos. Quizás...fueron expulsados por algo así.
—Bueno —empiezo—, dicen que el zafiro será azul por el reflejo del cielo y el diamante, blanco por el viento que se acumula en las montañas... Dicen —le sonrío a mi amigo— que los elementos forjaron las piedras, no la luna.
—Los niños de las estrellas no estarían de acuerdo con eso.
—¡Cierto! Los gnomos también les rezan a las piedras —digo.
—Ni lo menciones muy alto, odian que los comparen con ellos y los niños de las estrellas solo les rezan a las piedras.
—¿Sus primos también?
—Los gigantes... —Kistren entrecierra un ojo—, adoran a otros dioses. Las catástrofes, no pequeñeces —"pequeñeces"—. Hace quince inviernos las hadas coincidieron con los dioses de los gigantes.
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Cánticos de Invierno
Fantasy❈|Reino de Hadas|❈ »Tras la muerte del rey más venerado, simpático y codiciado, tanto por mujeres como por hombres, el asesino de herederos o Thyor 'el virgen' Agrestahm, el reino feérico fue maldecido con la debilidad y el miedo. La relación con su...