❈| Capítulo 13 : Blasón Legionario |❈

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La llamarada amatista

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La llamarada amatista.

La llamarada amatista es el combustible que aviva el fuego en el que el pueblo escondido cae desde la llegada de la legión. Los rumores sobre mí dejan de existir: no me fui a ninguna parte, no estoy muerta, no soy ninguna prostituta y tampoco me escondo en la mansión de la Casa de los Postergados, solo uno de ellos aflora y deseé no haber preguntado acerca el demonio amatista.

Maldito equinoccio. Maldita primavera.

Vleem evita informarme los detalles del exterior y solo se limita a decirme que todavía no es seguro que salir, una y otra vez, en un ciclo interminable cada día.

Cuando Schneur me llevó de vuelta a casa aquel mediodía, no sabía qué hacer, no pude moverme hasta que Vleem derramó un cubo de agua fría y eso solo pudo espabilar mis pensamientos y romper en el llanto que tenía atorado en los ojos y en la garganta. No fue necesario contarle lo que había sucedido, ella lo escuchó por ahí. Vleem se encargó de asearme, vestirme, peinarme, y esa noche durmió conmigo; me cubrió las orejas, pero yo pude verla y oírla, la furia de el pueblo escondido.

A mi alcoba llegó la cuartilla de voces que injuriaba la caterva de fuegos de mi augurio en la sala de El Grial de Tres Pétalos, y las luces de sus antorchas. No pude dormir, mi cuerpo tampoco me respondía y las lanzas de los gendarmes de Erling resonaban en mis oídos, mezclándose con lo que vi en el Semillero y el vagabundo, de seguro estuvo aterrado. La impotencia me consumió, y yo se lo permití.

Estuve una fase lunar entera encerrada en mi dormitorio. Me hundí en mis pensamientos mientras el sol brillaba y escuchaba el violento alboroto a la distancia, durante las noches divisaba las tonalidades azafranes y leonadas que parpadeaban con intensidad, cada vez más lejos del trento y con cada respiro me convencía de lo que decían. Era el demonio amatista. Desperté sin recuerdos, daga en mano y en un reino que se mantuvo en paz durante trece años, sin contar los dos años de mi consciente existencia. Y encima, las intenciones de Think Lebrancel ya eran cuestionables antes que decidiera prohijarme. ¿Es esa la verdad que Think Lebrancel oculta de mí? ¿Para protegerme?

Cuando le expresé a Vleem la posibilidad de ser el condenado mito, con certeza y seguridad en sus ojos dijo que era imposible. Traté de convencerle como lo hice conmigo misma. Quizás por eso la primavera no pudo exterminarme, quizás esa es la razón detrás de mi amnesia, sin embargo, ella negó tantas veces con la cabeza que no pude contarlas y desde ese día se comporta de manera extraña. No sé si es porque ha tomado una postura demasiado valedora o porque de verdad tiene miedo que las conjeturas de la gente se vuelvan realidad. Ha colocado trampas en el bosque y me ha raptado en el árbol sin siquiera permitirme asistir a mis lecciones en la academia. Casi no platicamos, ella solo informa lo que sucede en el exterior y corta el hilo de su monólogo con el sorteo de mi mirada y su nerviosismo por toda la casa. Lo que me mantiene calmada pese a la vorágine del reino es que ningún testigo del fuego púrpura ha muerto.

Cánticos de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora