❈| Capítulo 24: El Asedio de Whunull |❈

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El gesto de Sergast me irrita, pero carezco de fuerzas para combatir malcriado comportamiento

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El gesto de Sergast me irrita, pero carezco de fuerzas para combatir malcriado comportamiento. El mariscal señala a Sergast, afirmando las órdenes y me indica que vaya con él con un movimiento de cabeza mientras vigila mi carpa desde la tienda de Folcher, por lo que tomo la espada sin queja y sin la inspiración que tenía para decirle unas cuantas cosas a ese hombre; de todas formas, Anyalys tampoco está por ninguna parte. Me cambio las ropas ligeras a los pantalones bombachos y una camisa de lona notoriamente gastada. Katia se asoma, alertada por lo que observó desde las lejanías y con una sacudida de mano, la detengo. Tomo el ceñidor y le entrego la funda del sable de Lucretio a la pecosa para seguir al rubio maleducado.

—Pero Folcher dijo que al menos deberías descansar una fase lunar.

Katia me agarra del brazo y de inmediato afloja el agarre porque me quejo.

Me giro hacia ella.

—No importa, Katia, ni los dioses convencerán a ese hombre. Además, tampoco quiero verle la cara. Necesito salir del campamento, creo que me vendrá bien un cambio de atmósfera y cuando digo "un cambio de atmósfera" me refiero a un descanso de Lucretio incluso si debo ir con este mequetrefe —la tranquilizo, o de eso me convenzo.

Con maniobra silenciosa, Sergast y yo tomamos prestados dos caballos de las improvisadas caballerizas y galopamos la maleza hacia el castillo de Gaia. Stamb Sergast acelera el caballo de modo insensible sabiendo que me quedo atrás. Aprovecho para reducir el paso e ir con calma y no abrir ninguna herida, de cualquier manera, tampoco me importa si lo hago esperar. Aparte que el ejercicio quema mis extremidades y comienzo a sentirme débil con una transpiración fría.

Allí cercano al foso, mientras los animales pastorean, Sergast y yo nos encaminamos a las ruinas que visité el primer día. Él señala lo afortunada que fui con la crecida del río, mas ese pensar es como un festejo a la muerte de aquel mozo. Sienta mal.

—Hay una cosa que tenemos en común tú y yo, Sid —dice con ligereza. A diferencia de los otros comentarios que hizo en el camino, esta vez ni se inmuta en mirar hacia atrás cuando consigue llamar mi atención. Sin embargo, tampoco voceo una respuesta—. Los dos fuimos forzados a la legión para ser salvados.

Lo miro, y él a mí.

Mis ojos van a su camisa, recordando los pétalos de su Rosa. En ese momento vacilo sobre el intenso azul de sus irises. Un fuerte llamado resuena entre mis sienes y sujeto la empuñadura de Inverno con fiereza. Luego, la Guardiana Lebrancel invade mi cabeza.

—Diría que tenemos más que eso en común.

—Soy fuerte —contradice él— y desconozco tus intenciones con Lebrancel...

—Sé que ir a las Calles del Este es un error.

—No conoces a Lucretio.

—Una misión suicida. ¿Le dijiste lo del dragón?

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2021 ⏰

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