❈ | Capítulo 10: Belleza y Ceniza | ❈

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Los días después del equinoccio primaveral inician lúgubres con la entrada del estío, una decadencia en las ventas del mercado y el aislamiento de los aprendices con la cercanía de la ceremonia de la Mayoría de Estación

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Los días después del equinoccio primaveral inician lúgubres con la entrada del estío, una decadencia en las ventas del mercado y el aislamiento de los aprendices con la cercanía de la ceremonia de la Mayoría de Estación. Tal parece, llegaron noticias a Astar sobre la víctima de la primavera, que fue en Dirwyl un hombre noble el escogido por la Madre; lo arropó en raíces y las flores se abrieron en un instante, así culminó la primavera para el reino feérico, en una noche como el último invierno.

Tras estudiar las propiedades de los elementos, de los dos sagrados mayormente, y la relación meticulosamente perjudicial en las hadas, las pócimas mágicas y no-mágicas, las fortalezas de los minerales, la historia del Círculo de Reyes y la era de la Decadencia, las propiedades de las plantas, la biología y mortandad élfica, feérica y humana y la comprensión al lenguaje numérico, me despido de Vleem y parto hacia la colina, preparada para poner a prueba mis conocimientos aprendidos en la academia y en el Ministerio. Vleem había demostrado ser una inquilina confiable, ordenada y comprometida, pues hace unos pocos días me recordó que se marcharía antes del verano, noticia que me afectó de una manera negativa.

Al principio de nuestra relación, desconfié. La elfa era una completa extraña que se rehusó a buscar alguna posada en la ciudad, pero al parecer tampoco tenía el dinero para pagarla, y solo aquella promesa de sangre que ató su vida a la Madre fue el beneficio a mi seguridad. Luego, me reprendía por todas las tareas cotidianas que hacía mal desde cómo sostener el escobón hasta cómo desbullar y ahechar las legumbres y verduras. Más allá de eso, siempre fue educada y conversadora, aun me acostumbré a su presencia y el árbol ya no se siente tan solo tras regresar de la academia. Además, me ayuda con mis deberes académicos de vez en cuando. Sin embargo, nunca hallé el momento de notificarle a mis amigos sobre Vleem, estoy convencida que me regañarían por mi imprudencia y con razón.

Para mi sorpresa, el antiguo y erudito castillo está sumergido en un tornado de partículas negras, las cuales remolinan la circunferencia de la academia a velocidad constante como una bandada de cuervos, y por supuesto, distrae a los aprendices que escalamos la empinada. No es hasta que me acerco a pocas leguas de la barbacana que el particular olor a hierba quemada arriba a mi nariz, arrugándola al primer olfateo y deduzco que aquello que merodea los cielos no es nada menos que ceniza negra cayendo cuales plumas, pero que se despedaza en las manos. Sin embargo, aquel extraño acontecimiento no termina allí. Detrás de la muralla, en los jardines fronterizos, una tormenta de pergaminos se desata en un duelo con la sequedad de la brisa de un verano prematuro. Por supuesto, al igual que muchos de los aprendices interesados por el espectáculo, me agacho para agarrar uno de los tantos papiros que arropan la grama y los senderos de piedra, los cuales tampoco se dejan perseguir pues, hay tantos papeles que es fácil capturarlos.

Un parpadeo es todo lo que necesito para descifrar la ilustración hecha de tizne, alarmando cada uno de mis sentidos, despertando cada nervio e impulsándome a recoger un ramo de pergaminos para verificar si son semejantes al primero, entre ellos mismos, y a los que sostienen los otros aprendices.

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