❈ | Capítulo 11: Legado Carmesí | ❈

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La llegada de la legión inyecta rabia en los pueblerinos de la isla feérica, y Astar no había padecido de ese mal desde que la Guardiana me prohijó

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La llegada de la legión inyecta rabia en los pueblerinos de la isla feérica, y Astar no había padecido de ese mal desde que la Guardiana me prohijó. Para ser más exacta, Astar fue invadido por los plebeyos de la costa este de Dirwyl por la propia paz de esa misma gente con tanta turbidez entre el pueblo escondido y los niños de las estrellas; no querían pagar las consecuencias de la enemistad de los soberanos de ambos reinos, tanto así que los habitantes irguieron una torre con una bandera blanca por su cuenta.

La llegada de la legión termina distrayéndome el resto del día y al siguiente, se roba la impresión que me dejó el Monsieur Aldhard a lo que imaginé durante varias estaciones; jamás pensé que nuestro encuentro fuera por un retrato, que cayera por mi atractivo, aunque esperé esa actitud manipuladora y los ambages punzantes, como si no fuera suficiente con una ousdia en el ribete. Y con Sherlock Dondos metida en una celda del Ministerio, el pormenor de Any y Kistren cae en las redadas del reino.

La presencia de la legión es un efecto del anuncio de aquel heraldo, al que Think Lebrancel echó del Semillero. La orden comparece a Astar con la misión de hallar a la pulcra llamarada escarlata, que, por la notable desesperación en el rostro de uno de los líderes que se presentó a la academia, la mariscal Johanne Erling, no tuvieron éxito en Dirwyl.

Los tres líderes de la legión se reparten las academias de Astar para eliminar posibilidades de forma más organizada; de no estar el auténtico sanador allí, recurrirán al resto de los habitantes que no pasaron por la ceremonia de la Mayoría de Estación.

Por lo general, los reclutamientos se llevan a cabo cada solsticio de verano en el Laberinto, pero estos han sido bajos en números en la última década. En la academia de Zareph, y en todas las demás (Orce y Cyth), se esconde uno de esos griales del "destino". Tarde o temprano, los aprendices se enfrentan a él a modo de censo castrense ya que desde que la élite murió no se ha presentado la necesidad de un juramento mandatorio; a excepción del hogaño, donde un supuesto y auténtico sanador se pasea.

Any y yo visitamos las antiguas cámaras de la academia por mera curiosidad, donde habita El Grial de Tres Pétalos. Nos topamos con la vacía consciencia de Johanne Erling y su desalmada decisión de arrastrar a los niños de año primaveral. Antes tuvo una discusión con la elfa que viajó con la legión, la tildó de blanda y quien solo mermó el miedo de los pequeños aprendices. Pero allí, en aquellos minúsculos cuerpos, no encontraron nada y el hallazgo tranquilizó a la pasiva mujer elfa. La búsqueda de la llamarada escarlata se torna en una competencia de prestigio entre los líderes.

—¿Y ahora qué?

—Ahora esperamos por nuestro turno —le responde Any a Katia.

—¿Tenían que asignar la academia de Zareph al peor líder? —inquiero sin quitar los ojos de la mansión que sotierra la cordillera de El Olvido de las Montañas en la rambla detrás del Semillero. El área es menos fluida, y privada, de pavimento alisado donde pasean extravagantes carrozas frente a un lago tranquilo.

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