30. Confesión

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—Quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón —se dijo a sí mismo Chuuya cuando pasadas las nueve de la mañana del día siguiente a la entrevista con el profesor Kunikida, miraba los bocetos que su ladrón había hecho de él y que Chuuya había, sencillamente, tomado del despacho del profesor Dazai sin pedir permiso.

Se decía a sí mismo que se los había llevado para que una posible inspección futura al despacho de su ladrón, no le rebotase hacia él mismo si los dibujos eran encontrados. Sabía que lo que había hecho era una falta: ocultación de pruebas, pero es que se trataba de él mismo. Por otro lado, no quería que colegas suyos viesen algo tan íntimo y personal.

También era consciente que debía informar al comisario Mori de los avances que estaba teniendo en la investigación, pero es que se estaba involucrando tanto personalmente que sabía que no iba a poder ocultar lo que sentía por Osamu Dazai.

Además de la entrevista la tarde anterior con el profesor Kunikida no había sacado apenas nada positivo.  Aunque tenia una presencia seria, a la mínima se ponía nervioso y, sobre todo, no tenía ni idea de la doble vida de su colega. Kunikida lo tildaba de perezoso, incumplidor de plazos e incordio constante.

Chuuya se había guardado para sí el dato importante de que el profesor Dazai,  era parte de los ladrones más buscados de Yokohama, y le estuvo preguntando con quienes solía frecuentar Dazai.

Salieron dos nombres: uno era el de su alumno de postgrado, Atsushi Nakajima. Aquello puso en tensión a Chuuya, esto era una relación directa entre los dos ladrones. ¿Tenía está información Akutagawa? Si la tenía ya no o no,  iba a significar que Akutagawa iba a acercarse al Osamu Dazai al investigar a Atsushi Nakajima. El segundo nombre, que Chuuya esperaba fuera la del tercer ladrón resultó vana. Kunikida le habló del alto, atractivo y amable mejor amigo de Dazai. Oda desde luego no casaba con los datos físicos que tenían del tercer ladrón.

Nada más en claro saco.

Así que marchó a su casa, tras la entrevista, para ordenar toda la información que tenía sobre la investigación, ver sus retratos con cariño y hacer unas cuantas llamadas infructuosas al móvil de su ladrón.

Se fue pronto a dormir, para aprovechar bien el día siguiente. Tenía una cita a las diez y media con Ango. Iba a hacerle largar todo lo que sabía, claro que sí.

Volviéndole un poco el buen humor al pensar cómo se iba a alegrar por el mal ajeno, tomó su móvil para intentar, por vigésima vez que su ladrón la contestase la llamada. Nada, apagado.

Justo en ese momento alguien llamó a la puerta. Era Higuchi.

—Chuuya —él se puso en guardia porque notó que estaba nerviosa—, el comisario Mori desea verte inmediatamente en su despacho.

Aquello no le traía muy buenas vibraciones a Chuuya.

En su mente se formaron mil escenarios, pero uno parecía el más posible: Akutagawa había contactado con la facultad de Bellas Artes y había acabado hablando con el profesor Kunikida, quien le había informado que la tarde anterior otro detective de la policía se había entrevistado con él.

—¿Está enfadado conmigo? —le preguntó medio susurrando a Higuchi por si alguien les oía pues la puerta del despacho seguía abierta.

Higuchi puso una sonrisa aún más forzada.

—Está muy tenso.

Genial. Aquello pintaba muy mal.

No servía de nada posponer ver a su superior.

Chuuya solo se entretuvo guardando los borradores de su ladrón en el cajón donde guardaba otras cosas de él y lo cerró con llave.

Higuchi le dio unas palmaditas en los hombros para darle ánimos y le invitó a tomar unas galletas que había preparado para Akutagawa, pero que él no había probado pues aún no había aparecido por comisaría.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora