Chuuya tomó la que creyó seria la decisión más correcta que no pondría su carrera en peligro ni tampoco quedarían sus logros eclipsados por el recelo de Akutagawa. Lo más práctico, seguro y sencillo era enseñarle el retrato, junto con el sobre, al comisario Mori.
Con esto conseguía reconocimiento y, sin duda, apoyo para continuar con su línea de investigación.
Si alguien debía sacar beneficio de haber expuesto ante el público para atrapar a la banda de ladrones, debía ser él mismo.
Resuelto fue al despacho de Mori, pero no estaba. Por Higuchi obtuvo la información de que tenía unos asuntos que tratar con sus colegas de otras comisarías y no volvería el resto del día.
Aquello fue un contratiempo muy grande.
¿Podría aguantar el tener en sus manos aquel polvorín y no informarle a su colega detective?
Debía hacerlo.
¡Cómo puede llegar a cambiar la opinión que se tiene de alguien que admiras tan conocerle! ¡Pensar que se trasladó de su antiguo puesto solo por la oportunidad de trabajar con Akutagawa y ahora le esquivaba! Alguien que miraba de aquella forma oscura a un chico tan inocente como el albino, con que se había estaba besando en su despacho, no era alguien en quien confiar.
Chuuya tomo otro café de la máquina de la sala de descanso y se encerró de nuevo en su despacho para seguir intentando sacar información del retrato que pudiera presentarle al comisario al día siguiente.
Le dio vergüenza reconocerlo, pero se pasó una cantidad incontable de minutos admirándose a sí mismo.
Notó el sonrojo en sus mejillas y se acabó el café, ya frío, de un trago.
¿¡Cómo podía ser tan narcisista!? Pero, al mismo tiempo, ¿cuándo había sido la última vez que se había gustado en alguna foto?
Desde lo que pasó aquella tarde de lluvia,,,nunca más; hasta que uno de los ladrones le había dedicado aquel retrato. Una corazonada le decía que el artista era el mismo poeta de los versos tontos de los haikus.
—Más vale que dejes de componer y te dediques solo a dibujar —volvió de nuevo a hablar al misterioso ladrón como si pudiera escucharle.
Soltó una carcajada mientras sus dedos recorrían el dibujo sin llegar a tocarlo, cuando sus ojos captaron una formas sobre el cartel en la pared del fondo del dibujo.
Tomó una lupa y se fijó en la imagen empleada.
¿Aquellas formas del vapor de café no era un 3, un 6 y un corazón encima?
Sí, definitivamente lo eran.
¿36?
¿Era la habitación de un love hotel?
¿Pero cómo se le ocurrían tales tonterías? El ladrón solo estaba jugando con él, desde luego no iba con intenciones de nada más y menos de tener una cita en un love hotel.
Chuuya suspiró.
Estaba demasiado cansado y desvariaba. O quizá hacía mucho tiempo, demasiado, que no tenía un encuentro íntimo con nadie. La idea previa de ir a un bar a ligar volvió a cobrar de nuevo atractivo.
Se enfadó consigo mismo. Debía centrarse.
Quizá era una hora.
Las tres no podía ser. ¿Las seis? ¿Seis y media?
¿Para un cita amorosa para tomar café?
Ya volvía a lo mismo.
Aunque era cierto que el ladrón se había dirigido a él como „el bello detective Nakahara", como si quisiese conquistarle piropeándole.
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Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.
FanfictionEl detective Chuuya Nakahara vuelve a su ciudad natal Yokohama con la confianza plena de atrapar a la banda de ladrones de guante blanco que juegan al rato y al gato con el famoso detective Akutagawa. Quizá él mismo sea la joya más tentadora de ser...