22. Ese sentimiento que nos cambia

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Tras sonar la alarma del móvil, Chuuya despertó esa mañana con una sonrisa en los labios, se estiró, se desperezó sin abrir los abrir los ojos, se dio la vuelta y abrazó la almohada. A su olfato llegó el olor delicioso que aún quedaba impregnado en las sábanas de aquel con el que había compartido su lecho la pasada noche.

Su ladrón.

Soltó una risita y buscó con su mano izquierda a tientas donde estuvo su cuerpo. Solo encontró vacío.

Aunque se lo esperaba, quedó un poco decepcionado, pues aún había tenido esperanza que se hubiese quedado toda la noche con él, abrazándole, dandole calor para así a la mañana siguiente repetir...

¡Un momento!

Chuuya recordó de pronto que no había habido sexo.

Se incorporó brusco en el lecho, mientras sus ojos se abrían de golpe.

Su mente intentaba centrarse.

¿Realmente compartió la noche pasada su cama con el ladrón y solo le había leído en voz alta?

Debía estar equivocado. El ladrón no podía ser del tipo considerado que deje de aprovechar una ocasión. Desde luego que no. Era un ser oportunista.

Se examinaría más a fondo.

Iba vestido con el pijama. Con sus dos piezas. Bueno, quizá se lo había vuelto a poner.

No parecía que a simple vista hubiese marcas en sus brazos, ni en sus piernas, ni en su pecho, ni en su barriga.

Con ojo muy crítico miró en las zonas más íntimas. No parecía que hubiesen estado ocupadas las horas anteriores. Tampoco notaba ningún escozor ni malestar.

Definitivamente no había pasado nada.

Una risita escapó de sus labios.

Lo de la noche anterior había sido lo más tonto, pero bonito que le había pasado en toda su vida amorosa.

Un momento. ¿Amor?

Antes de rechazar ese pensamiento, se tocó los labios recordando el beso en la galería y volvió a sonreír tontamente.

Le gustaba demasiado esa sensación y no debería. Pero es que, ay, solo de pensar en el ladrón se le disparó el pulso.

Debía averiguar más de él, y no solo por detenerle, sino porque quería saberlo todo.

Quería volverle a ver.

Siguió soñando despierto imaginando varios posibles escenarios para un encuentro cuando su móvil empezó a sonar.

Era Tachihara.

¡Oh! Las nueve casi. ¡Era muy tarde! Debería estar ya de camino a la comisaría, pero estaba tan feliz que no le preocupó demasiado el retraso.

Respondió con una enorme sonrisa que Tachihara notó.

—¡Vaya, tú también estás de muy buen humor!

—„¿Tú también estás?"—repitió Chuuya confundido.

—Akutagawa ha llegado hoy con croissants para todos y nunca le he visto con esa cara de felicidad y con tanta amabilidad.

Chuuya recordó enseguida al chico albino.

—¿Está detenido Nakajima? —su voz tomó un tono profesional.

—No. Debió pasar algo que acabó de convencer a Akutagawa de su inocencia.

Habían follado fijo, pero no se lo quiso decir tal cual a Tachihara. Sus siguientes palabras le mostraron que el ayudante del detective pensaba lo mismo.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora