3. Scarlett

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Dedicado a mis amados lectores.

El turno de noche solía ser el más tranquilo de los tres que el guardia de seguridad Himura tenía en el puesto de control del banco. De hecho incluso se permitía dar una cabezadita de cuando en cuando. Esa noche de lunes no sería una excepción, por mucho que su jefe hubiese recomendado a sus empleados no relajarse ante la ola de robos perpetrado por aquella misteriosa banda de ladrones de guante blanco.

Para Himura todo aquello no era más cuentos de vieja, leyendas urbanas. ¿Unos enmascarados disfrazados como actores de una estrafalaria opereta que burlaban todos los controles de seguridad de bancos, cajas fuertes y escáners, con la osadía suficiente de dejar su marca personal con esos billetes con haikus sarcásticos?

En la muy experta opinión de Himura aquellos tipos no eran más que delincuentes comunes a los que alguna empleada solterona les había dado una nota romántica fantasiosa para pintar de color sus días grises.

Si osaran entrar en su banco, si lo osaran, él ni les daría el alto. Un tiro en la rodilla a cada uno y bien quietecitos, mientras chillaban de dolor serían llevados sus huesos a la prisión mientras Himura sería condecorado por su jefe por su valor. ¿Qué por su jefe? Por el alcalde. ¿Qué por el alcalde? Por el propio emperador.

Con una sonrisa ensoñadora se echó atrás en su silla del puesto de control y su imaginación voló más allá de las imágenes que los diez monitores mostraban de los diferentes puntos calientes del banco, sobretodo del exterior y del interior de la cámara acorazada.

En su mente se formó la sala de recepciones del palacio imperial y sus padres asistiendo orgullosos al homenaje de toda la nación en la figura de su máximo representante.

Rió feliz y sus dedos abrieron la caja con las rosquillas que los compañeros de la tarde habían dejado para él. Se les había caído la caja y de las siete rosquillas de fresa, vainilla y chocolate, tres estaban golpeadas o con trozos rotos. Himura escogió una de chocolate que parecía intacta y le dio un gran bocado.

La sensación de triunfo y confort, junto con el rico sabor de la rosquilla, hizo que su cuerpo se relajase más y más, notando como los párpados empezaban a pesarle.

Apenas hacía media hora que había entrado en el turno y hasta a él le parecía que era demasiado pronto para una cabezadita pero, ¿ acaso el futuro héroe de Japón no se lo había ganado?

Dejó la rosquilla a medio comer de nuevo en la caja, cerró los ojos y en menos de un minuto ya estaba roncando.

Una de la placas del falso techo se movió y un par de botas negras se empezaron a deslizar hacia debajo.

Con agilidad, una figura de negro con un antifaz rojo se posó al lado del guardia dormido.

Con una sonrisa alegre, agarró una de las rosquillas de fresa dañadas.

—¡Ah, la gente estúpida desprecia la comida que no tiene buen aspecto olvidando que la manzana envenenada siempre es la más bella!

Con un movimiento preciso le dio un golpe con el codo al dormido Himura que cayó al suelo de bruces y el enmascarado tomó su asiento. Puso sus pies sobre la mesa de control y con expresión satisfecha continuó comiendo la rosquilla con placer.

Al acabar tuvo la intención durante un segundo de coger otra, pero cambió de opinión. Retiró los pies de la mesa y, con gran maña, empezó a teclear con gran velocidad en el teclado del ordenador que controlaba las cámaras de seguridad.

Una a una, las cámaras dejaron de grabar y las imágenes retransmitidas en los monitores quedaron estáticas y congeladas a las 23: 14 minutos.

Conseguido esto aporreó la mesa feliz con los nudillos y entonces sí tomó otra rosquilla destrozada de vainilla. Puso de nuevo los tacones de sus botas en la mesa y le dio un gran bocado al dulce. Con la boca llena pulsó el botón del intercomunicador que llevaba en la oreja derecha y dijo:

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora