Interludio II

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Akiko arrancó de cuajo las rosas sin importarle los arañazos que las espinas infligían en sus antebrazos. Formando con su mano derecha un ramo con las cuatro rosas rojas, anduvo por el sendero principal del centro de sanación, canturreando:

Cuando mueras,

¿Me olvidarás?

¿O desde el más allá,

aún más me querrás?"

Vio a una guardiana, y sabiendo que la iban a reñir por herirse, se desvió por un camino lateral que llevaba a un pequeño pinar.

Seguía canturreando, mientras iba arrancando los pétalos, cuando descubrió al nuevo tumbado leyendo en uno de los bancos del pinar.

Sin dejar de entonar su estrofa, se paró a su lado girando la cabeza para poder leer el título. „El arresto de Arsenio Lupin"

—¡Calla! No me dejas leer si no paras de cantar —la protesta del chico no hizo que ella se detuviese.

El muchacho soltó un bufido de rabia y bajando el libro, miró a la chica.

Sus ojos estaban idos, viendo un mundo distinto al que él vivía, un mundo donde sin duda un trauma la había anclado.

Tuvo claro que ella no se iba a callar por mucho que él se lo pidiese. Ella era la que había escuchado entonar esa cancioncilla varias veces desde la lejanía, retumbando en los pasillos donde otros perdidos como ellos dos, estaban encerrados, con la excusa hipócrita de que la cordura volviese, con el fin práctico de que dejasen de ser molestos.

—¿Quieres que te lea?

Ante esa propuesta, la chica asintió con la cabeza,

El muchacho se incorporó y se sentó dejándola un sitio a su lado.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó ella con sincera curiosidad.  Él no lo sabía pero eran las primeras palabras que decía ella tras la última crisis que la llevo a la reclusión médica hacía tres meses.

—Osamu Dazai. ¿Y tú?

—Akiko Yosano. ¿Por qué te encerraron aquí?

—Por ladrón, pero cuando salga ya nunca más me volverán a atrapar. Gracias a este libro voy a aprender como ser el mejor de los ladrones, formaré una banda y seremos tan famosos que llevaremos a toda la policía loca tras nuestras pistas.

—¡Oh! Yo también quiero ser una ladrona. Si soy peligrosa, quizá se asusten  esas cosas feas que viven en mí.

—En mi banda no habrá chicas.

—¿Por qué no? Eres uno de esos chicos idiotas que piensan que las chicas somos inferiores.

A decir esto Akiko apretó sus puños y aplastó las rosas.

—En mi banda no hay chicas — insistió Dazai—y todos mis planes saldrán bien a partir de ahora, lo sé.

—¡Eres tonto! Acabarás en la cárcel o en la horca. Espero que sufras mucho y que te asfixies lentamente durante minutos, mientras lloras pero nadie te oye porque no te queda aire suficiente en los pulmones.

Akiko se puso de pie y empezó de nuevo con su tonadilla:

„ Cuando mueras,

¿Me olvidarás?

¿O desde el más allá,

aún más me querrás?"

—Akiko, —la llamó Osamu muy serio. —¿Quieres ser nuestra reina?

...

Atsushi paró el coche bajo el puente al lado del río como le había indicado Dazai.

—¿Y ahora?

—Hay que esperar —respondió su acompañante con una sonrisa divertida en su rostro.

—¿No me vas a contar por qué hemos venido aquí, tú y yo solos? ¿Y por qué seguimos llevando puestos los disfraces?

—Te lo he dicho antes. Necesitamos un lugar donde escondernos. Si volvemos a casa, estaremos detenidos. Tu detective, el gran Akutagawa — la ironía de Dazai provocó un gruñido involuntario en Atsushi- sabe tu nombre. Deben haber llevado a Kyouka a comisaría para interrogarla. Averiguar donde vives realmente y relacionarte conmigo es un juego tan sencillo que estoy seguro que a estas horas nuestro piso está siendo inspeccionado.

Atsushi sabía que Dazai tenía razón. Nunca se equivocaba, aún así...

—No creo que ella se vaya de la lengua. Es una buena amiga, la mejor que tengo.

Dazai guardó silencio como si considerase que ella era capaz de soltar todo lo que sabía por salvarse.

—Ranpo me ha aconsejado que nos escondamos y si él lo dice, hay que hacerle caso.

Ante aquella sentencia de Dazai, Atsushi ya no pudo poner pegas.

—¿Y él no debería esconderse también?

—Si él cree que no, es que no. Yo además tengo más amenaza: también tengo detrás de mi al bello Chuuya.

Atsushi lanzó un quejido temiendo que Dazai empezase de nuevo sus loas hacia „ su Chuuya" como había ocurrido durante casi todo el camino.

¿Por qué estaba Atsushi en esa situación?

Él solo había querido seguir la idea alocada de Dazai de formar una banda para llamar la atención de Akutagawa y al final había elegido renunciar a su detective por aquello que había llenado su vida anodina: el placer criminal de la vida de un misterioso ladrón de guante blanco.

—¿Me vas a decir ya quién nos vas a ayudar?

En ese instante se escuchó un ruido seco sobre ellos.

Inmediatamente los dos salieron del coche y Atsushi se quedó estupefacto al descubrir sobre el techo del automóvil  a una joven con máscara, vestida con un vestido violeta, tocada con un sombrero con una mariposa y una pluma.

Dazai le deseó a la joven las buenas noches antes de aclararle a su confundido compinche:

—¡Atsushi, te presento a la reina de los ladrones, Akiko Yosano!

Gracias por leer.

Siguiente capítulo: sin pasado

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora