2. Un Nuevo Comienzo en Forks

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Cuando salí de las instalaciones, me dirigí al aeropuerto para comprar un vuelo a Seattle

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Cuando salí de las instalaciones, me dirigí al aeropuerto para comprar un vuelo a Seattle. Desde allí, buscaría la manera de trasladarme a Forks. Era un viaje largo, pero sabía que valdría la pena.

Al llegar al aeropuerto, me acerqué a la taquilla para comprar mi boleto.

—Hola, un boleto para Seattle, por favor.

La señorita en la taquilla me observó unos segundos, como si estuviera evaluándome.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó, su tono algo desconfiado.

Sentí un ligero nerviosismo, pero lo disimulé con una sonrisa.

—Tengo dieciocho —mentí, aunque en realidad tenía diecisiete. ¿Qué más daba? Le sonreí a la vendedora, pero ella solo levantó una ceja, escéptica.

—¿Me va a vender el boleto o no?

Después de lo que pareció una eternidad, finalmente me entregó el boleto.

—Aquí tienes. Tu vuelo saldrá en dos horas.

Tomé el boleto y me alejé, sintiendo una mezcla de alivio y molestia. Qué mujer tan malhumorada, pensé.

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Ya estaba en el avión, mirando por la ventana las nubes que pasaban lentamente. Sentía una emoción creciente al pensar en el nuevo comienzo que me esperaba en Forks, lejos de robots asesinos, superhéroes y miradas asesinas de mi hermana. Por fin, tendría algo de paz. O al menos, eso esperaba.

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Sentí una mano en mi hombro.

—Señorita... —la voz sonaba distante—. Señorita.

Desperté de golpe, desorientada.

—¿Qué? ¿Qué pasó? ¿A quién hay que matar?

El asistente de vuelo me miró, algo sorprendido.

—A nadie, señorita. Llegamos a su destino.

—Oh, vaya... —Agarré mis cosas rápidamente y bajé del avión.

Era de día, y el frío se sentía cortante. Nunca había sido fanática del frío, pero supuse que me acostumbraría.

Ahora necesitaba encontrar la manera de llegar a Forks.

A lo lejos, vi a un oficial de policía sosteniendo un letrero que decía "Bella Swan". Tal vez podría ayudarme.

—Hola... disculpe, ¿podría indicarme cómo llegar a Forks?

El oficial me miró con amabilidad.

—Claro, el autobús sale en veinte minutos, a dos cuadras de aquí —señaló la dirección con la mano.

Antes de poder agradecerle, una chica se acercó y lo abrazó. Era de piel pálida, con cabello castaño y ojos marrones. Tenía un aire de belleza serena.

—¿Quién es ella? —preguntó la chica, mirándome con curiosidad.

—Oh, lo siento, no me presenté. Soy Aitana. Solo vine a preguntar cómo podría llegar a Forks.

—¿Forks? —dijo la chica, interesada—. Nosotros vamos hacia allá. ¿Tienes cómo irte?

—Sí, pensaba tomar el autobús.

—Charlie y yo podemos llevarte, ¿verdad? —La chica miró al oficial, quien asintió.

—Sí, no hay problema —añadió Charlie, subiendo mis maletas al auto.

Dentro del coche, la chica se presentó.

—No me he presentado. Soy Bella, y él es mi padre, Charlie.

—Un gusto conocerlos.

—Y bien, Aitana, ¿de dónde vienes? —preguntó Charlie mientras encendía el motor.

—De Nueva York.

—Wow, ¿en serio? —Bella parecía impresionada—. ¿Cómo es Nueva York?

—Es lindo, aunque si te gusta la tranquilidad, ese no es el mejor lugar —respondí, sonriendo un poco.

—¿Eres de otra parte? Tu acento no es de por aquí —Charlie parecía curioso.

—Soy de Sokovia, pero me mudé a Nueva York.

—¿Y por qué te mudaste de Sokovia? —preguntó Bella, inclinándose hacia adelante.

Me detuve un momento, considerando cómo responder.

—¿No supieron lo que pasó? —pregunté, tratando de medir su reacción.

—No, ¿qué pasó? —Charlie frunció el ceño, visiblemente preocupado.

—Hubo... una guerra. Mi familia y yo tuvimos que irnos.

Preferí no mencionar a Ultron. No quería que me consideraran una loca desde el principio.

—Lo siento mucho —dijo Bella, su voz llena de empatía.

—¿Por qué no viene tu familia contigo? —preguntó Charlie, sin saber que había tocado un tema delicado.

Mi mente corría. ¿Qué debía decir ahora?

—Necesitaba un tiempo para mí, en un lugar tranquilo. Le expliqué a mi hermana, y ella lo entendió. Encontré este lugar para pasar una temporada —esperaba que la historia sonara convincente.

—¿Tus padres saben que estás aquí? —preguntó Charlie, más serio.

—Murieron cuando era niña —respondí, manteniendo la voz firme.

—Lo siento —dijo, con una voz que reflejaba verdadera compasión.

Después de eso, el viaje continuó en silencio. Estuve agradecida por ello.

Finalmente, Charlie anunció:

—Llegamos.

A lo lejos, vi el letrero: "Bienvenidos a Forks". El pueblo era pequeño y encantador, rodeado de una naturaleza exuberante.

Charlie se detuvo frente a una casa grande, blanca, con un jardín bien cuidado. Bajé del auto, sintiendo el aire fresco de la mañana.

—¿Dónde vas a hospedarte? —preguntó Charlie, mientras descargaba mis maletas.

—En una cabaña en la Reserva.

Charlie buscó algo en su auto y sacó un mapa.

—Aquí está la Reserva —me señaló en el mapa—. No está muy lejos. Si cruzas el bosque, llegarás más rápido.

—Gracias —le dije, sinceramente agradecida.

—De nada. Espero que te guste este lugar —me sonrió, antes de volver a su casa con Bella.

Empecé a caminar hacia el bosque, siguiendo sus indicaciones. Todo era tan hermoso; el canto de los pájaros, el crujido de las hojas bajo mis pies. Sentía una paz que no había experimentado en mucho tiempo.

Después de unos veinte minutos de caminata, finalmente llegué a la Reserva. Pregunté a unos chicos por la cabaña y amablemente me guiaron hacia ella.

Cuando la vi, una pequeña y acogedora cabaña rodeada de árboles, sentí una calidez en el pecho. Había llegado a casa.

𝐃𝐨𝐬 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora