3.4 Decisiones de Guerra

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Jacob se había imprimado de mi hermana.

El silencio que siguió a ese descubrimiento fue denso. Sam, con su mirada severa, entendió de inmediato la situación por la que estaba pasando Jacob. Poco a poco, el resto de la manada también pareció captar la magnitud del momento. El rostro de Jacob estaba marcado por una mezcla de sorpresa, confusión y aceptación.

—Solo por esta vez, Jacob. ¿Entendido? —habló Sam, con un tono de advertencia que no dejaba espacio para discusión.

Jacob asintió, mudo, sus ojos todavía clavados en Wanda, quien, al parecer, no tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo.

La manada comenzó a dispersarse, deslizándose entre las sombras del bosque, su tensión evidente, pero contenida. El ambiente a nuestro alrededor seguía cargado, vibrante. Wanda me miraba con confusión, sin entender completamente lo que acababa de ocurrir.

—Deberíamos apresurarnos antes de que los oficiales despierten —sugirió Thomas, rompiendo la tensión con su voz tranquila. Aunque trataba de aligerar el ambiente, la sensación de peligro aún pendía sobre nosotros.

Finalmente, después de lo que parecieron horas interminables, logramos trasladar a los oficiales lejos del bosque, lo suficientemente lejos como para evitar cualquier tipo de rastro que pudiera llevarlos de vuelta a nosotras.

—Listo, el último fue dejado en Seattle. —Emmett apareció de repente, sacudiéndose el polvo de las manos—. Y, por cierto, creo que rompí mi propio récord de velocidad.

—Gracias, Emmett —dije con una sonrisa cansada. Aunque intentaba mantener una actitud positiva, el agotamiento físico y mental por el uso excesivo de mis poderes me estaba pasando factura.

Esme se acercó a mí con esa calidez maternal que solo ella podía ofrecer.

—Siempre estaremos aquí para ayudarte, cariño —dijo mientras me acariciaba suavemente la mejilla, su toque lleno de comprensión y apoyo.

Justo cuando pensaba que podría respirar un poco, Alice apareció, con ese brillo travieso en los ojos que nunca presagiaba nada bueno.

—Deberíamos irnos —dijo con su típico entusiasmo—. ¡Tenemos que preparar todo para la fiesta de esta noche! Aitana, ¿vendrás, verdad?

La idea de una fiesta en ese momento me parecía lo más lejano a la realidad. Con todo lo que había pasado, sentía que no tenía ni el control sobre mis propios poderes, mucho menos la energía para socializar.

—No lo sé, Alice... —intenté evadir su invitación con cautela, pero sabía que con Alice, rendirse no era una opción.

—Tranquila, todo saldrá bien. ¿Cuándo he tenido yo una mala fiesta? —preguntó con una sonrisa cómplice, sabiendo que no me dejaría opción.

Suspiré, resignada.

—Está bien. Nos veremos esta noche.

Alice sonrió triunfante, mientras yo rodaba los ojos.

Jacob, quien había estado observando la interacción con atención, se dirigió a Wanda.

—¿Tú irás? —preguntó, su tono más suave de lo habitual.

Wanda me lanzó una mirada nerviosa. Estaba claro que se encontraba atrapada en un dilema incómodo.

—No... las fiestas no son lo mío —respondió, intentando evitar el tema.

Intervine, con una sonrisa que sabía que mi hermana encontraría irritante.

—Nunca has ido a una, así que, ¿cómo lo sabes? Deberías venir conmigo. No es el fin del mundo.

𝐃𝐨𝐬 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora