2.1 Es mi amigo

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𝗔𝗶𝘁𝗮𝗻𝗮

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𝗔𝗶𝘁𝗮𝗻𝗮

El caos reinaba a mi alrededor. Una inmensa llama de fuego consumía el edificio frente a mí, mientras los gritos desesperados de las personas se mezclaban con el ulular de las sirenas de ambulancias y patrullas policiales. Mis manos temblaban y mi corazón latía desbocado. Había llegado tarde.

Entre el humo y la confusión, distinguí una figura conocida tambaleándose fuera del edificio. Era Nat, cubierta de polvo y con una expresión aturdida en el rostro. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella.

—¡Nat! ¿Estás bien? —pregunté con urgencia, agarrándola por los hombros y atrayéndola hacia mí en un abrazo protector.

Ella me miró con el ceño fruncido, tratando de enfocar su mirada en medio del caos.

—¿Aitana?... ¿Qué haces aquí? —su voz era débil, pero su sorpresa era evidente.

Miré a mi alrededor, asegurándome de que nadie más nos escuchara antes de responder.

—Alguien provocó esto, Nat. No fue un accidente. Hay alguien detrás de todo este desastre.

Sus ojos se entrecerraron, intentando procesar la información.

—¿De qué estás hablando?

Metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta y saqué una nota arrugada, extendiéndosela con seriedad.

—Alguien sabía dónde estaba. Provocaron esto y dejaron esta nota como advertencia.

Nat tomó la nota con manos temblorosas y la leyó rápidamente, su expresión pasando de la confusión al enojo en cuestión de segundos.

—¿Por qué no nos avisaste antes? —su tono era una mezcla de preocupación y reproche.

Suspiré, sintiendo una oleada de frustración.

—Intenté comunicarme con Steve, pero el teléfono que me dio no funcionaba. Estaba incomunicada.

Antes de que pudiera responder, el teléfono de Nat comenzó a sonar estridentemente. Ella lo sacó de su bolsillo y al contestar, noté cómo su postura se tensaba. Reconocí la voz al otro lado de la línea: era Steve.

La conversación fue corta, pero intensa. Pude captar fragmentos como: "Sé lo mucho que Barnes significa para ti...", "No vengas, solo empeorarás las cosas...", "Así son las reglas ahora...". Cada palabra parecía cargar con más peso que la anterior.

Finalmente, Nat me tendió el teléfono con una expresión grave.

—Es Steve. Quiere hablar contigo.

Tomé el teléfono con cierta aprensión y lo acerqué a mi oído.

—Aitana, escúchame bien —la voz de Steve sonaba tensa y apremiante—. El gobierno te busca. Creen que tuviste algo que ver con la explosión.

𝐃𝐨𝐬 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora