3.¿Escuela?

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Me encontraba desempacando lo poco que había traído conmigo

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Me encontraba desempacando lo poco que había traído conmigo. La mayoría de mis pertenencias se quedaron en las instalaciones de los Vengadores, un lugar al que ahora solo puedo referirme en pasado. Este era mi segundo día en el pueblo, y me sorprendía lo bien que me sentía. Mi cerebro estaba produciendo dopamina, así que algo estaba haciendo bien.

De repente, un golpe suave en la puerta rompió el silencio. Me detuve, extrañada. No conocía a nadie en este lugar, y la posibilidad de que el FBI me hubiera encontrado tan rápido cruzó por mi mente. Mi corazón empezó a latir con fuerza, mientras me acercaba con cautela a la puerta. Giré lentamente la perilla y abrí, conteniendo la respiración.

Allí, en el porche, estaba Bella, con una expresión amigable en su rostro. Sentí un alivio inmediato recorriendo mi cuerpo.

—¿Qué haces aquí, Bella? —pregunté, aún sorprendida.

—Vine a ver cómo estabas en tu nueva casa —respondió, regalándome una sonrisa cálida—. Es bonita.

—Pasa —la invité, y ella se adentró en la casa, observando a su alrededor.

—¿Cómo supiste dónde estaba? —le pregunté mientras cerraba la puerta.

—Le pregunté a un amigo de Charlie que vive cerca de aquí. Al parecer, eres la única pelirroja en la reserva —respondió con un encogimiento de hombros.

—¿Eso es bueno? —le pregunté, a lo que Bella solo sonrió con timidez.

—¿Qué harás mañana? —pregunte mientras Bella recorría la sala con la mirada—. Tal vez podamos explorar el lugar.

—No creo poder,  mañana iré a la escuela y, entrando a mitad de año, me temo que me dejarán un montón de trabajos pendientes. —Soltó una risita nerviosa—. ¿Tú irás a la escuela?

No era algo que había considerado seriamente. ¿Debería asistir para no levantar sospechas?

—La verdad, nunca pensé en eso —respondí, tratando de ocultar mi preocupación—. Nunca fui a la escuela, realmente.

Bella me miró con incredulidad.

—¿Nunca has ido a la escuela? —preguntó, sorprendida.

—Mi hermana me educaba en casa —le expliqué—. La guerra no te da muchas opciones para asistir a clases convencionales.

Recordé con un toque de nostalgia cómo, durante la guerra, mi madre nos educaba a mis hermanos y a mí en casa. Después de su muerte, Wanda tomó las riendas, y aunque fue difícil, supo cómo sacarnos adelante.

—Si quieres, mañana puedes ir a inscribirte —sugirió Bella con entusiasmo—. Tómalo como una nueva experiencia y así empezarías el curso conmigo.

—No lo sé, Bella... —Mis pensamientos comenzaron a invadir mi mente. Podía salir muy bien o ser un completo desastre.

—Vamos, Aitana, ¿qué podría pasar?

𝐃𝐨𝐬 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora