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AITANA

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AITANA

Después de la discusión con Sam sobre ir a recoger a Wanda de las instalaciones—él creía que era demasiado peligroso—Steve y yo tuvimos una idea. Llamamos a Clint para pedirle ayuda. Además, él sería quien iría a buscar a Wanda y también a un conocido de Sam.

—¿Estás segura de que es buena idea mandar a Clint por Wanda? —preguntó Sam, claramente preocupado.

—Sí, tranquilo, ¿qué podría salir mal? Es Clint, él puede manejarlo, te lo aseguro —le respondí con una sonrisa, tratando de calmarlo.

—¿Pero se te olvida que Visión está con ella? —insistió Sam, cruzando los brazos, su ceño fruncido lleno de dudas.

Suspiré con un toque de exasperación, pero sin perder la calma.

—Clint es ingenioso, Sam. Ya se le ocurrirá algo. Te dije que no te preocuparas tanto.

—¡Vamos, tenemos que irnos! —gritó Steve desde el otro lado de la fábrica, señalando un viejo auto estacionado frente a nosotros.

Me acerqué con curiosidad.

—¿Y esto? —dije, mirando el coche con incredulidad.

—Es un bocho —respondió Sam con una sonrisa divertida—. ¿No hay bochos en Sokovia?

—Sí, pero... —me detuve, mirando a Steve— ¿en serio no había nada más... moderno? ¡Por Dios, eres el Capitán América!

Los chicos me miraron extrañados y, al final, Steve respondió con su característica tranquilidad.

—No porque sea el Capitán América tengo que andar en autos de lujo. No soy Tony, Aitana. Ahora súbete y deja de quejarte.

Resoplé, cruzando los brazos, y me subí de mala gana al auto, sentándome junto a Bucky. El silencio entre nosotros era tenso, la incomodidad palpable. No podía evitar sentirme incómoda a su lado, aún recordaba lo que me había hecho.

Steve encendió el motor y emprendimos el viaje. Mientras Sam y Steve hablaban sobre recuperar los trajes, yo me sumí en mis propios pensamientos. Mi mente divagaba en torno a los Cullen, preguntándome por qué me odiaban tanto cuando solo intentaba hacer lo correcto. Tratar de salvar el mundo, ¿eso es tan malo?

—Lo siento... —la voz de Bucky me sacó de mis pensamientos. Giré mi cabeza hacia él, sorprendida.

—¿Qué? —pregunté, algo desconcertada.

—Lo siento por lo que te hice ayer —dijo, bajando la mirada—. No era mi intención lastimarte.

Lo miré por un momento, sintiendo su sinceridad. Pude ver la culpa en sus ojos, y me sorprendió lo vulnerable que se veía.

—No tienes que disculparte, Bucky —le respondí con una sonrisa cálida—. No fue tu culpa, estabas bajo control. Yo lo entiendo... Yo también estuve bajo el control de HYDRA.

𝐃𝐨𝐬 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora