2.4 Aliados y Traiciones

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AITANA

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AITANA

Me encontraba afuera de la fábrica, oculta en la penumbra, hablando por un teléfono público. El frío aire nocturno se colaba entre los pliegues de mi ropa mojada. La conexión chisporroteaba, y mi voz apenas era un susurro, como si hablar más alto pudiera atraer problemas.

—¿No sabes absolutamente nada? ¿Ni siquiera dónde podrían encontrarse? ¿O algún número telefónico? —intentaba mantener la calma, pero la desesperación era evidente en mi tono.

—Te lo juro, Aitana, no dejaron nada. Se fueron sin dejar rastro. —La voz de Bella sonaba quebrada. Sabía que hablar de esto le dolía.

—Pero Alice respondió el correo que le enviaste, ¿no? —Intenté aferrarme a una pequeña esperanza.

—Sí, pero luego dejó de contestar...

Me mordí el labio. Sabía lo que tenía que hacer, pero no me gustaba.

—Está bien... Creo que tendré que ejecutar el plan B. —Hice una pausa, pero Bella retomó la conversación con curiosidad.

—¿Cuál es el plan B? —preguntó.

—Digamos que tendré que llamar a alguien que hace el trabajo sucio...

El sonido de un televisor encendiéndose de repente cortó la conversación.

—Espera, están pasando algo en las noticias.

Mi estómago se hundió. Me giré nerviosa para asegurarme de que nadie estuviera cerca, cubriéndome mejor con la oscuridad. Si alguien me reconocía, las cosas podrían ponerse peor.

Soy una criminal y ya todos lo saben.

En Italia

A kilómetros de distancia, en lo más profundo de Italia, el clan Cullen se encontraba reunido en una cabaña. Había preocupación en sus rostros. La decisión de Edward de acudir al clan Volturi había puesto a todos en alerta.

Estaban sentados en silencio en la sala principal, sumidos en pensamientos. De pronto, Alice, que estaba a un lado, se estremeció violentamente. Los demás se giraron hacia ella.

—Alice, ¿qué ves? —preguntó Thomas, arrodillándose frente a ella con ansiedad.

Los ojos de Alice estaban desorbitados, su mente atrapada en una visión. Unos segundos después, murmuró.

—Es... es Aitana.

—¿Está bien? —Rosalie, siempre protectora, habló con evidente preocupación.

Alice no respondió de inmediato. Su cara cambió de una expresión de preocupación a una de horror mientras la visión la consumía. Finalmente, salió del trance, agitada.

—¿Qué fue lo que viste, Alice? —preguntó Carlisle, su voz firme, pero llena de interés.

—Aitana está en problemas. Nos está buscando... desesperadamente.

𝐃𝐨𝐬 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora