Capítulo 8

2.3K 248 42
                                    


Capítulo 8



El elitista club de campo Hanyang estaba ubicado lejos de la ciudad y de cualquier otra construcción. Casi que se necesitaba un mapa secreto para llegar hasta él, como si fuera la enorme equis marcada en rojo. Era una explanada de cuatro hectáreas rodeadas de bosque, un lugar de ricos, donde podían hacer y gastar lo que quisieran siempre y cuando fueran socios y a principios de mes abonasen la cuantiosa suma de cinco mil dólares —usar un sistema monetario internacional era mucho mejor para atraer a las personalidades del extranjero— para disfrutar de esos lujos.

Había piscina, por supuesto, tanto cubierta como exterior, restaurante, bar, terraza exterior, zona de espectáculos y muchas cosas más que se dedicaban al ocio así como el billar, los juegos de cartas y sesiones de baile —merengue, salsa, bachata y flamenco siendo los más solicitados— y aquagym para los ancianos. Además, contaba con un campo de golf, zona de tiro con arco y tiro al plato, un coto de caza de aves, campos de tenis y pádel y, lo más famoso entre los clientes: el establo y los terrenos para la hípica.

Era como el cielo de los adultos y la zona de retiro de los abuelos antes de estirar la pata. El punto de reunión de los jubilados. Los menores de diecinueve tenían terminantemente prohibida la entrada, todo con tal de mantener la exclusividad. La renta de las personas que había ahí superaban los siete dígitos con creces, así que, como no fueras trabajador o acompañante, los pobres no tenían cabida en un sitio como aquel.

SaeRin no tenía cabida.

Aquel sábado el sitio estaba a rebosar, más de lo habitual. Parecía que todas aquellas personas estaban disfrutando del soleado día a excepción de SaeRin, quien llevaba ya un rato sudando bajo la gorra mientras sujetaba la sombrilla para ofrecer sombra a JungKook, quien golpeó con firmeza la pelota de golf.

—¡Buen tiro, Jeon! —exclamó el señor Zhou.

Iban aún por el hoyo 3 y ya estaba muriéndose de hambre, de calor y de asco. No debería de haber salido de casa solo con esa manzanilla porque ahora sentía que le faltaban energías y azúcar en el cuerpo y, aunque las gominolas estaban bien guardadas en la mochila, lo último que se le ocurriría sería robarle algunas a su jefe.

—Tomemos un descanso —pidió JungKook después de ver caer a la pelota cerca del hoyo.

El matrimonio chino —que dominaban el coreano como si fueran nativos— aceptó la propuesta de JungKook y se pusieron a charlar entre ellos de inmediato sobre el juego y otras cosas que no eran de su interés. Todo había marchado bien en las presentaciones hasta que el señor Zhou había dicho «¿y ya sois pareja vosotros dos?» y desde entonces el humor de SaeRin había empeorado drásticamente.

Habría preferido mil veces que hubiesen ignorado su presencia, como habían habituado a hacer las otras veces. Es algo que siempre ocurría con los socios y clientes de JungKook, su secretaria pasaba desapercibida para todos. Era la sombra del hombre poderoso. De la persona importante de verdad. Pero hoy el matrimonio parecía especialmente charlatán para una secretaria que no lo estaba tanto.

Al principio, JungKook y el señor Zhou habían estado hablando de negocios con esa jerga empresarial que SaeRin tenía dominada a aquellas alturas y, aunque le hubiese gustado participar en la conversación —con la clara intención de aconsejar a su jefe llegado el momento—, la señora Zhou la había tomado por banda para hablarle de amores, de novios, de matrimonios y de hijos.

—Señora, verá, es que yo ya estoy casada —había tenido que explicar harta de ella.

Por suerte luego se habían dedicado a jugar al golf. Si es que al desastre que había estado haciendo se le llamaba jugar.

Kissing Moon » JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora