Capítulo 4

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Capítulo 4



Nada más sentarse en esa pequeña mesa donde los cinco estaban apretujados, JungKook sintió que el oxígeno le faltaba. Era como estar en una sauna al máximo de su temperatura con un montón de gente alrededor. Estaba muy obsesionado con el espacio vital, el cual le faltaba considerablemente, pero mucho más lo estaba de la limpieza. Era tan meticuloso que, ante la ineptitud de numerosos empleados del hogar, él mismo era el que se encargaba de que su casa brillase como los chorros del oro.

Para un hombre que necesitaba un ambiente vacío para sí mismo y sus pensamientos, el bonito chalet a las afueras que tenía era el mejor logro de su veintena. Abandonar la penthouse de sus padres e independizarse a kilómetros de la bulliciosa Busan no había sido sino la recompensa de su trabajo. Ahora disfrutaba de un jardín despampanante y una piscina ideal para sus sesiones nocturnas de baño, pero debía cuidarse y él siempre quería tenerla perfecta en cada momento, haciendo una exhaustiva limpieza diaria y unos domingos dedicados estrictamente a limpiar a fondo.

Barrer, aspirar, fregar, pasar el polvo, limpiar los muebles con productos específicos para cada superficie, vajilla y, por último, el cuarto de baño. En ese exacto orden. En la habitación, por supuesto, hacía la cama y probaba cada mes un nuevo ambientador floral. Y los días que hacía buen tiempo salía a regar las plantas y pasar la cortacésped porque la hierba debía tener un largo exacto de cinco centímetros y controlar el PH de la piscina.

Amaba los domingos, eran tan divertidos.

Así que cuando vio un poco de grasa incrustada en los palillos de metal que le tendió HeeJi, casi le da un jamacuco.

—¡Secretaria Moon! —exclamó, haciendo que la chica se llevase el dedo al oído.

—¿Por qué me grita? Estoy a su lado.

Literalmente estaban hombro con hombro.

—¡¿Se puede saber qué es esto?!

Le enseñó los palillos y SaeRin suspiró.

—Solo están un poco manchados.

—Se acumulan millones de bacterias en un cubierto mal fregado —argumentó con espanto—. ¿Quién sabe si llego a enfermar grave y tienes que llevarme al hospital?

—No sea exagerado —repuso, arrebatándole los cubiertos sucios y entregándole su par—. Tenga, estos están limpios.

—A partir de mañana lleva siempre palillos en el bolso. Son los únicos cubiertos que utilizaré.

—Apuntado. Mañana tiene sus cubiertos. Pero ahora... —SaeRin agarró la mano de JungKook y le puso los palillos en la palma.

Al ver que este no la cerraba, con delicadeza e incluso sarcasmo en sus movimientos, la secretaria cerró sus dedos alrededor de los cubiertos.

La comida tuvo sus momentos de silencios incómodos porque desenvolverse con JungKook juzgando con la mirada cada nimiedad que decían era muy difícil, aunque poco a poco se fueron disipando conforme más alcohol ingerían. SaeRin fue la encargada de ponerle constantemente comida en el plato a JungKook. Le estaba tratando como a un niño y aunque la cara de HeeJi —sentada frente a ellos— fuese todo un poema, ninguno de los dos cambió sus actos.

JiMin fue el que iniciaba todas las conversaciones. Habló hasta de los deportes, algo que no le interesaba en lo más mínimo. Pero al final, con tanta cerveza por aquí y por allá y tres botellas de soju por cabeza, los temas fueron divagando cada vez un poquito más, como los amores fallidos de HeeJi, una larga lista de hombres que siempre conseguían decepcionarla o la correlación mística que había descubierto JiMin entre meter en el congelador papeles con nombres escritos para espantar su mala energía cósmica.

Kissing Moon » JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora