Capítulo 30

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Capítulo 30


La alarma estridente despertó a JungKook, quien en movimientos rápidos golpeó la máquina y volvió a acurrucarse contra la espalda de SaeRin, ella removiéndose para que él se acomodara nuevamente. Con el sutil gruñido del recién despertar, regresó el brazo a su posición rodeando la cintura de la secretaria y se apegó mientras hundía su cabeza en el hueco del cuello. La besó ahí y después siguió un camino por la uve de su mandíbula y justo debajo de la oreja.

—¿Qué hora es? —preguntó SaeRin con voz adormilada.

—Las seis.

Lloriqueó, cerrando con aún más fuerza sus ojos ya cerrados.

—¿Por qué te pones la alarma un sábado a las seis?

—Para aprovechar el día —se defendió él. Coló su mano bajo la camiseta de SaeRin y fue bajando hasta toparse con la gomilla del pantalón del pijama—. Lo primero que hago es hacer ejercicio. ¿Quieres acompañarme hoy?

SaeRin fue rápida en interceptar la mano curiosa de JungKook para alejarla de su intimidad. Él entendió el mensaje de inmediato, pero eso no fue impedimento para apretujarse aún más contra ella y subir su mano por el abdomen hasta la curvatura de sus pechos. Sus piernas estaban encogidas dentro del arco más grande que las piernas de SaeRin hacían, su erección mañanera daba de lleno en su trasero y su brazo izquierdo le servía a SaeRin como segunda almohada.

—No se te ve con muchas ganas tampoco de levantarte de la cama —arguyó ella—. ¿Qué te parece si seguimos durmiendo? Absolutamente nadie nos necesita tan temprano.

Se quedaron en silencio. JungKook estuvo acariciando a SaeRin hasta que él mismo cayó nuevamente en el sueño, inhalando el aroma del champú. Dormir a su lado le hacía sentirse en un lugar seguro. Nunca le gustaba quedarse en la cama por más tiempo después de sonar el despertador, pero la cercanía de SaeRin le hacía olvidarse de sus preocupaciones y de las obligaciones.

Y además sabía que a ella le gustaba dormir siendo abrazada.

Durmieron casi dos horas más. Podrían incluso haberlo seguido haciendo de no haber sido por esas cuatro patas que subieron de un salto a la cama y escalaron por el cuerpo de ambos. Cora lamió la punta de la nariz de SaeRin y luego le pisoteó la cara para restregarse contra la cara de JungKook. Ambos volvieron a moverse en sincronía, quejándose a la vez de la gata.

—Te dije que cerráramos la puerta —dijo SaeRin en un suspiro.

—Solo tiene hambre.

JungKook finalizó el abrazo y sacó el brazo del calor bajo el edredón para acariciar a la gata. SaeRin giró para encarar al otro y se tapó aún más. No se había dignado siquiera a abrir los ojos, lo que se lo dejó mucho más fácil al muchacho para escanearla. Las ojeras, algunos lunares sutiles que se habituaban a ocultar bajo el maquillaje y el pelo enredado.

—Desperézate de una vez, secretaria Moon.

—Estoy agotada, podría quedarme aquí dentro todo el día —farfulló.

—No pienso permitírtelo.

—Pero me duele todo el cuerpo —manifestó.

Automáticamente después, ahogó un grito y se quejó cuando JungKook la destapó bruscamente.

—Arriba, no pienso repetírtelo más veces.

Como cabía de esperar cuando alguien comparte casa, SaeRin volvió a encontrarse a JungKook en la cocina. Pensaba que se estaba preparando el desayuno para él, pero nada más percatarse de que su secretaria ya estaba sentada en el taburete con los ojos cerrados y su cara apoyada en el puño, puso un plato de comida encima de la isla y golpeó con los nudillos la superficie.

Kissing Moon » JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora