Capítulo 22

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Capítulo 22



Los fuertes golpes en la puerta a unas ocho de la mañana fueron el particular sonido del despertador. Ninguno de los dos había respetado el espacio del otro y ambos ocupaban a pierna suelta la cama. El cuerpo de JungKook estaba bocabajo y sus piernas extendidas se entrecruzaban con las de SaeRin, cuya cabeza caía fuera del colchón y su boca abierta invitó a una noche cargada de «respiraciones fuertes» y un dolor de cuello digno de estudio.

SaeRin humedeció su boca y se incorporó un poco, gruñendo y sintiendo las legañas en sus lagrimales. Se masajeó la nuca, se frotó los ojos y cuando vio que estaba tocando de más a su jefe, se colocó en condiciones a la velocidad de la luz y se puso un mechón de su enmarañado pelo tras la oreja. Sin dolor de cabeza que indicara una resaca, no podría hacerse la loca:

Ayer le dijo a JungKook que estaba abierta a acostarse con él.

Le miró, aunque su rostro estaba orientado a la mesilla de noche, por lo tanto no tuvo oportunidad de ver sus ojos hinchados o sus labios apachurrados contra el colchón. Su espalda subía y bajaba con lentitud por la respiración tranquila. Sus tatuajes desaparecían por la manga de la camiseta corta y su cabello estaba igualmente desordenado.

No podía creerse que hubiesen terminado por dormir juntos. No podía creerse nada de las últimas veinticuatro horas, en realidad. Y es que seguramente les hubiesen despertado para bajar a desayunar y SaeRin tendría que hacer frente a sus compañeros o, más bien, a hacerse la tonta. Seguiría tratando a JungKook como su marido hasta que se montaran en el todoterreno y nunca más volvería a ver a esa gente. Fácil.

SaeRin extendió el brazo y picó la espalda de JungKook.

—Vicepresidente, es hora de levantarse.

Él asintió con la cabeza, significado de que la había escuchado, pero no la haría caso.

—No quiero andar más por la montaña —confesó, su voz amortiguada por su postura—. Pidamos un taxi y que nos lleve al aparcamiento. Así también te libras de enfrentar a tus amigos.

—Aquí no pueden llegar vehículos —repuso ella—. Y ya dije que no explicaría las cosas a mis amigos. Quiero que sigamos actuando.

Él cambió el sentido de su cabeza y la miró a través del pelo. Toda su mejilla estaba roja, con las marcas de las sábanas. Había dormido muy bien y muy profundamente. Por sus comisuras asomaba una diminuta sonrisa.

—¿Quieres seguir siendo mi esposa?

—No es como si a usted no le gustara este juego visto el muy buen trabajo que hizo ayer —añadió con cierto tono de queja, aunque no estaba enfadada en lo absoluto.

De hecho, le agradecía eternamente. Hasta ella misma se lo habría creído de no ser porque estaban juntos en el plan.

JungKook no solo había contado maravillas de ella —que mezclaba la ficción con la más absoluta de las verdades— sino que había tenido el suficiente contacto físico para parecer cariñoso mas no un baboso. El equilibrio perfecto residió en un beso rápido en la mejilla mientras Jin y ella miraban la barbacoa o su mano serpenteando por su cadera con total confianza, como si aquel fuera su sitio.

—Espera y verás lo bien que lo hago hoy —indicó con tono juguetón. Se giró un poco en la cama, estirando sus músculos contraídos, y se pasó una mano por el cabello para apartarlo de su rostro. SaeRin inspiró una profunda bocanada de aire. Qué extraño, y a la vez qué agradable, resultaba esta escena tan hogareña. No pudo evitar fijarse en que su dedo llevaba la sortija dorada—. Mi pregunta es por qué no estás actuando ahora, SaeRin. Si me llamas «vicepresidente», me hablas de usted y encima no me despiertas con un beso como haría cualquier esposa feliz, ¿no crees que estás haciendo trampas? ¿O que directamente has perdido el juego?

Kissing Moon » JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora