Capítulo 48

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Capítulo 48



SaeRin pudo respirar cuando vio a los tres aparecer por la puerta. Significaba que nadie había tirado a nadie por la borda, lo cual era algo bueno. Su madre y ella salieron a socorrerlos con un par de paraguas, aunque GeunSae decidió pegarse una carrera hasta casa. Su cara fue todo un poema. JungKook estaba pálido como un flexo y debía tener el agua metida hasta en los calzoncillos. 

—Parece que hayas visto a un fantasma.

—He vomitado tres veces en el barco y una viniendo hacia aquí —contó, con voz moribunda y un deje llorica. SaeRin se llevó la mano libre a la boca y luego le acarició el pómulo a JungKook. Ese gesto no pasó desapercibido al señor Moon, quien se refugiaba bajo el paraguas de su señora—. Me voy a morir. No me he sentido tan mareado en mi vida. Siento que la tierra se balancea y... y...

Hizo el amago de otra arcada.

—Oh, no. No, no. Ni se te ocurra. Ah, ah. Como me vomites encima, te mato. Te dejo y luego te mato. Te lo juro.

Empezaron a andar hasta casa tras los pasos de sus padres. JungKook andaba como un muerto viviente. Sus ojos incluso seguían vidriosos y rojos por el esfuerzo de devolver. No quería ni imaginarse la bronca que le iba a caer —otra más, para rematar— por haber ensuciado la cubierta del preciado barco del señor, que lo tenía como un tercer hijo.

A pesar de que a SaeRin le hubiera encantado enterarse de lo que habían hablado, JungKook estaba realmente indispuesto. Porque el mareo se empezó a juntar con un catarro y, para el final de ese día, el imparable vicepresidente era un cúmulo de mocos, tos, quejas de niño pequeño y una manta bajo la que se acurrucaba como una bolita.

SaeRin y su madre se encargaron de él por toda la noche y todo el día siguiente hasta que, a decisión popular, decidieron que sería mejor regresar a Busan para no molestar más y para estar en casa mientras JungKook se recuperaba. El padre solo balbuceó por lo bajo cosas sin sentido y estuvo de morros durante toda la cena que debatieron qué hacer.

A la segunda noche, luego de que SaeRin preparara todo el equipaje y se metiera en la ducha, GeunSae por fin pudo entrar en su propia habitación, que había sido invadida por JungKook y custodiada por su hermana las veinticuatro horas del día. Esos dos no se habían separado ni un solo minuto, ni siquiera para comer. Era otro detalle que el señor Moon no había podido ignorar. Lo mucho que ella se preocupaba... Había estado todo el rato llevándole agua, sopas calientes, lecturas para que se entretuviera y una montaña de mantas para tenerle calentito.

JungKook observó a GeunSae entrar en el cuarto y sentarse al borde de la cama, dándole la espalda. Por lo menos había dejado de llover. Las cálidas tonalidades del atardecer entraban por la ventana. El chico botó la pelota de baloncesto un par de veces hasta que se decidió a hablar.

—A mi padre le gustas.

El otro frunció el ceño. A lo mejor había oído mal.

—¿Cómo has dicho?

—Le convenciste con ese discurso del otro día en el barco. Dijiste un montón de cursiladas, pero le convenciste. —Acarició el balón naranja con gesto distraído—. Por eso anda con un humor de perros desde entonces. No quiere aceptarte. Es... muy cabezón. Noona dice que él no es cabezón, que es un viejo cascarrabias. Y viejo sí que es un rato. —JungKook soltó una pequeña risa nasal. Era el primer día que GeunSae entablaba una conversación con él... diferente a los peces. Vaya si era su afición la dichosa pesca. Le estuvo restregando por la cara que le había ganado en esa competición mientras él vomitaba. Y después no dejó de tirarse flores durante todo el día siguiente. Según le había dicho SaeRin, era bastante tímido, pero a JungKook le parecía bastante charlatán—. A lo que voy es a que te da su visto bueno.

Kissing Moon » JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora