Capítulo 43: Larga noche

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Durante la noche, Tamamushi contrastaba mucho con respecto a su vida diurna.

Era una aldea ciertamente moderna, que había reemplazado varias de sus construcciones por modernos edificios de varios pisos de altura. Como era una aldea enteramente civil y un punto de abastecimiento para los viajeros que se dirigían hacia la costa del Continente Elemental, era bastante próspera con relación a otros poblados cercanos y su economía sólo crecía conforme las naciones elementales se hacían más y más poderosos...

Había pasado prácticamente ilesa las dos Guerras Ninja que le había tocado vivir desde su fundación, luego de declararse abierta en las ocasiones que la violencia no había estado muy lejos de sus fronteras y eso evitó que los saqueos que sufrió fueran destructivos más allá de los alimentos y dinero, dejando intacta la infraestructura, algo que le había ahorrado incalculables daños que sí sufrieron sus vecinos.

Por ende, había varios magnates del comercio en esa aldea enorme que poco tenían que envidiarle a la opulencia de los Daimyo de las Naciones Elementales y a diferencia de gente como el finado Gatou, habían reunido sus riquezas sin necesidad de recurrir a la ilegalidad.

Muchos de ellos tenían tesoros de valor inimaginable por el mero deseo de dejar ver su opulencia, como sucedía en el edificio Miyamoto cuyo dueño gustaba de coleccionar joyas de incalculable valor...

Y era entonces donde entraba ella.

En el Mundo Ninja había organizaciones terroristas o delictivas que tenían diversos intereses. Un ejemplo era la cada vez más famosa Akatsuki, que se dedicaba básicamente a proporcionar a los mejores mercenarios posibles a las Aldeas Ninja para realizar sus misiones más complicadas y/o cuestionables...

En su caso, la organización a la que perteneció no tenía un alcance de esas dimensiones y se limitó a golpes como el que estaba llevando a cabo para hacerse de dinero y mantener en funcionamiento los negocios ilegales que tenía en las sombras, hasta que su líder fue vencido y el grupo se disolvió.

Descendía lentamente por medio de una cadena anormalmente brillante de tono plateado que en medio de un boquete hecho por ella en la amplia cubierta de cristal que coronaba el opulento edificio, la cual se enredaba por su brazo izquierdo y se extendía con sutileza y suavidad, hasta el punto en que asentó sus pies en el pulcramente pulido piso de mármol y entonces aquella cadena se disipó súbitamente en el aire, como si de algún Genjutsu se tratase...

"Veamos..." Tomó de entre sus ropas una hoja doblada, la cual abrió para revisar las notas que había preparado previamente para su golpe "Se supone que la bóveda del viejo Miyamoto no está lejos de este punto..." Revisaba tranquilamente su improvisado mapa, aprovechando que su incursión había sido perfecta y como había estudiado previamente, se encontraba en un punto ciego para los guardias.

Poco a poco la luz de la luna comenzaba a revelar aquella persona conforme entrada por el cristal, conforme las nubes se iban despejando...

Era una hermosa mujer de unos 25 años y alrededor de 1.63 m de altura, con su largo cabello de intenso color rojo rizado hacia atrás, con una cola de cometa detrás de la cabeza y tenía unos ojos de intensa mirada zafiro que destacaban por los aretes esféricos de color verde que colgaban de sus orejas. Vestía lo que parecía ser un uniforme, consistente en camisa negra corta que dejaba al descubierto su abdomen debajo de una camisa blanca con mangas largas de cuello alto, adornada con una gran R roja, una minifalda blanca arriba de las rodillas, botas negras de cuero hasta las piernas y guantes negros del mismo material de su calzado, con mangas largas sobre su atuendo blanco hasta la mitad de los brazos. Sus sensuales labios estaban adornados con brillante labial carmín.

Uzumaki's Strongest WeaponDonde viven las historias. Descúbrelo ahora