Limerencia

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Draco normalmente comía en su oficina, pedía a domicilio y se quedaba la hora de almuerzo escuchando música, escribiendo o leyendo; pero ese viernes decidió ir a la cafetería, tenía ganas de tomar café con un pedazo de chocolate amargo, un gran pedazo, de aquellos que Theodore escondía en el estante más alto de la cocina para que nadie comiera.

Mientras caminaba por los pasillos llamó a Blaise, no se disculpará; no lo había hecho desde hace siete años y no esperaba cambiar esa cifra. Quedaron de encontrarse en la entrada principal, Draco llegó antes y esperó pacientemente a que llegara, volteo su cabeza mirando dentro de la cafetería.

En una mesa cercana a la vitrina de postres vio a Charlie hablando con Harry, se quedó mirándolos fijamente, por su cabeza pasaron pequeños recuerdos de Hogwarts, Harry sonriendo a su lado, Harry durmiendo a su lado, Harry siendo su Harry. Pestañeo rápidamente varias veces dispersando lágrimas necias que abordaron sus ojos.

-¿Qué estás haciendo Draco?- Blaise por fin había llegado, vio a Draco y se acercó a él esperando que lo notara; le habló apenas se dio cuenta que no le miraba.

-Cediendo- Blaise se acercó y miró en la misma dirección que miraba Draco, en el momento que vio a Harry con Weasley entendió a lo que se refería.

-No es sano ver esto para ti. Vámonos- Draco bajó la cabeza y con delicadeza tomó la mano de Blaise.

-¿De qué sirve ser Dios?- Preguntó con la voz ronca y un poco débil, lo suficiente como para que solo Blaise escuchara sus palabras. Sus ojos se cerraban con lentitud, su rostro perdió un poco de color y poco a poco, su voz se hizo monótona.

-Malfoy, vamos a la oficina. Tus delirios se vuelven dolorosos cuando se mezclan con mitología y versos- Blaise comenzó a caminar a grandes pasos, Draco era una persona fuerte, no rompía a llorar si algo le causaba dolor. Había sido educado con mucho esfuerzo, le habían inculcado valores de ascendencia griega, la virtud era su mayor fundamento.

-¿De qué sirve saber?... Sin nadie que rechiste.- Blaise tenía sujeta la mano izquierda de Draco, caminaban eludiendo los pasillos con personas. Malfoy susurraba versos intentando controlar la intensidad de sus sentimientos, cuando la lógica no funcionaba para solucionar algún problema recitaba poemas centrando su atención en ellos.

Apenas llegaron a la oficina de Malfoy, Blaise cerró la puerta con llave, prendió una vela aromática y, con rapidez, encontró un disco de vinilo con el nombre de "Μελομαι" y lo puso en el tocadiscos de Draco. La música inundó la habitación, era lenta y pausada, melancólica de alguna manera.

-En vano, Elisa, describir intento

el dulce afecto que tu nombre inspira; y

aunque Apolo me dé su acorde lira, lo que

pienso diré, no lo que siento.-

La música y la poesía tenían un efecto calmante de Draco, pero a Blaise le asustaba muchísimo cuando Malfoy entraba en ese estado semi-inconsciente; era como tener una muñeca que recitaba poesía, sin expresiones, sin sonrisas ni lágrimas, solo estaba allí. Estaba solo por estar.

-Draco, cuenta los números primos o algo, pero deja de recitar versos de Alberto Lista.- Blaise se sentó en el sillón de la oficina; no era la primera vez que veía así a Draco, sabía muy bien que era la única manera que Malfoy tenía para expresar sus sentimientos más intensos.

-Puede pintarse el invisible viento,

la veloz llama que ante el trueno gira,

del cielo el esplendor, del mar la ira;

mas no alcanza al amor pincel ni acento.-

Draco recitó versos mirando fijamente el techo, su voz resonaba lentamente opacada por el sonido del disco; hacia leves pausas entre versos. Blaise lo miraba con preocupación, fue él quien le aconsejó irse a Francia luego de lo ocurrido en Hogwarts, Harry era una droga para Draco y en sus momentos la abstinencia llegaba a causar un daño irremediable.

Palabras que no existen [Darry/Harco] FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora