L: Posesividad

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El menor se adentró al baño individual de hombres, maldiciendo entre dientes y caminando en círculos alrededor del baño, tratando de calmarse cuando obviamente estaba hirviendo en celos.

Sin pensarlo dos veces, Abbacchio abrió la puerta de aquel baño individual y entró, cerrando la puerta con seguro. Se encontro con Buccellati de espaldas.

¿Galletita? — preguntó Leone, inclinando el rostro.

Al escuchar la grave voz de su pareja, Buccellati volteó a mirarlo. Este tenía el ceño fruncido y sus labios temblaban ligeramente, con sus ojos muy ligeramente cristalizados por la impotencia que sentía.

En un arranque de posesividad, de manera espontánea Bruno se acercó al albino y comenzó a desabotonar la camisa de su pareja con desespero, casi rompiendo los botones por lo rápido y fuerte que lo hacía, mordiendo su labio inferior. Leone se quedó completamente congelado al ver la carita de su amado novio y reaccionó separando los labios mientras Bruno desabotonaba su camisa con rudeza. Mas no opuso resistencia alguna, y permaneció mirándole, con sus ojos ámbar brillantes y expectantes por lo que haría Bruno.

Eres mío... — gruñó el ojiazul, exponiendo el pecho del albino, acortando la distancia, juntando ambos cuerpos. Acercándose al cuello del albino para morderlo con desespero, succionando la piel blanca hasta dejarle un bonito chupetón — Eres mío y solo mío — volvió a gruñir, repitiendo la acción alrededor de todo su cuello. Colocando sus manos sobre el cinturón del mayor para quitárselo.

Definitivamente, el pelinegro superó cualquier espectativa que pudo tener Leone en esa situación. El calor de sus cuerpos juntos, los lindos labios de Bruno en su cuello, los dientes clavándose en su piel y succionando, humedeciendolo con la lengua. Abbacchio jadeó, tremendamente excitado y permitiendo aquel arranque de posesividad del pelinegro, posando sus grandes manos en las caderas de Buccellati mientras una sonrisa perversa aparecía en sus labios maquillados de violeta. Le encantaba hacia donde se dirigia todo eso. Su verga punzaba, atrapada dolorosamente en sus pantalones

Soy tuyo... — jadeó el albino, con los ojos entrecerrados, y lamiéndose los labios. Fue un deleite ver a Buccellati empezar a retirarle el cinturón. Por fin, despues de un largo dia esperando recibiria lo que tanto deseaba.

El menor se alejó del cuerpo del mayor, por ello, Abbacchio quizo impedir que se alejarse de el cuando su cinturon fue retirado. No obstante Bruno colocó el cinturón detrás del cuello del albino, para así empujarlo bruscamente hacia sus labios, besándole con pasión y brusquedad, mordiendo sus labios en el proceso.

Los extraños ojos ámbar se abieron sorprendidos cuando el cinturon quedó rodeando su cuello y Buccellati lo usaba para tirar de el. El albino quedó agachado, a la altura de Bruno. Entrecerró los ojos y correspondió aquel beso tan apasionado y brusco. Sus labios frotándose contra los gruesos labios de Bruno, siendo mordisqueado y mordisqueando tambien a Bruno en la primera oportunidad que se le presento, dejando el lapiz labial de Leone manchado en las pieles de ambos.

Soy tuyo, solo tuyo — repitió en un ronroneo el albino, entre aquel apasionado beso. Sus manos nuevamente se posaron en las caderas de Bruno. Leone rozó su cuerpo contra el cuerpo del pelinegro, restregando su verga erecta contra Bruno, demostrándole lo duro y caliente que estaba.

Y no esperó más. Quería demostrarle a Buccellati con acciones que le pertenecía. Abbacchio lo sostuvo con firmeza y alzó en un movimiento a Buccellati, sentandolo en el lavabo de aquel lujoso baño individual. Luego tomó las rodillas de Bruno y las separó, para acomodarse entre esas preciosas piernas, rozando su erección cubierta contra la de Bruno.

El menor soltó un gemido ahogado al ser sentado sobre la fría superficie, besando al contrario apasionadamente. Colocó sus piernas alrededor de las caderas del albino, intensificando el contacto, comenzando a menear sus caderas, rozando ambos miembros con insistencia. Suspirando excitado, entrecerrando los ojos para mirar al de ojos ámbar fijamente, deshaciéndose de la camisa del mayor, dejándolo completamente expuesto para retirar sus labios de los contrarios y comenzar a repartir mordidas en los hombros de Abbacchio, en su clavícula, hasta regresar a su rostro. Rozando su caliente lengua contra el lóbulo de su oreja.

Rivali d'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora