Capitulo XXX: Cuento

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Todo era extraño para Buccellati... ¿Había vuelto a la piscina? ¿Acaso era el mar abierto? No podía distinguirlo con claridad, solo sentía como las olas se movían con fuerza, con intención de llevarlo hacia lo más profundo del mar.

Desesperado, buscando una salida la cual no podía encontrar. De nueva cuenta, volvió a sentir el temor, la ansiedad. Buscando la respuesta hacia aquella inquietante interrogante... ¿Cómo salir de ahí?

Y por si fuera poco, el aire se escapaba de sus pulmones. Nadando con todas sus fuerzas para alcanzar la superficie.

Pero solo descendía, y descendía mas. No era suficiente...

Nunca fue suficiente.

Hasta que por el cansancio, por la falta de oxígeno en sus pulmones se dejó caer en la oscuridad una vez más. Que lo acogía en la desesperación, en sus internas inseguridades.

Y fue así como cayó en un fondo sin fin... Hasta que Bruno Buccellati abrió los ojos y se levantó bruscamente de la cama.

Había sido un sueño. No... No de nuevo...

Habían vuelto.

El menor jadeaba agitadamente mientras sostenía su pecho, sintiendo los acelerados latidos de su corazón, como si amenazara con salirse de su cuerpo. Incluso, llegó a sentir humedad en sus mejillas... ¿Acaso estaba llorando? No lo sabía, solo trató de tranquilizarse, abrazándose a si mismo con fuerza, regulando su respiración poco a poco en la oscuridad de la habitación.

Leone abrió los ojos al instante con aquel movimiento brusco, ya que Bruno movió el brazo que tenía sobre su cadera. Toda la somnolencia desapareció de su cuerpo cuando noto el estado del menor, el cuál estaba abrazándose a si mismo, tembloroso, con la respiración acelerada.

No hizo falta que preguntara, lo comprendió al instante. Abbacchio se percató a la brevedad que Buccellati estaba asustado. ¿Había tenido un mal sueño? Debió ser desatado por el susto de aquella tarde.

¿Qué podía hacer para calmar a Bruno? ¿Cómo podia ayudarle? Su corazón se estrujaba al escucharlo respirar asi, al distinguir en la penumbra su cuerpo tembloroso, al pensar que apenas hace unas horas estaban disfrutando de sus cuerpos y ahora Bruno estaba así de asustado...

Abbacchio quería protegerlo, reconfortarlo...

Bruno — murmuró el mayor, suavizando su voz, mientras se sentaba en la cama. Lo envolvió entre sus anchos brazos, sosteniéndolo de la cintura y pegando su pecho desnudo a la espalda del pelinegro.

Bruno tembló al escuchar al albino, quería contestarle, quería disculparse por haberlo despertado tan tarde. Pero... Le ardía el pecho, como si hubiera sido atravesado por una flecha, temeroso, adolorido. No sabía que decir, y aunque lo supiera, las palabras no podían salir de sus labios.

Los temblores podían con el, así siempre había sido de pequeño, y aún lo seguía siendo de joven adulto. Solamente podía abrazarse a si mismo con esperanza de calmar los temblores.

Amore mio... estoy aqui... — murmuró con voz suave el albino, acercándose al oído del pelinegro. Leone dejó un ruidoso beso en la oreja de Bruno y acarició con mucha suavidad esa preciosa cintura.

Al sentir los brazos del albino alrededor de el, al escuchar ese "Estoy aquí" abrió los ojos como platos, sintiendo como las lágrimas volvían a salir, no podía controlarlas. Y de verdad detestaba no poder calmar ese miedo, era tanto que simplemente... no podía.

Lento, muy lento, Abbacchio le hizo volver a recostarse en la cama, tratando de calmar esos temblores. Esta vez, lo acomodó sobre su pecho desnudo, haciéndole sentir su calidez.

Rivali d'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora