Capitulo XXXVII: Cena II

735 79 72
                                    

Al estacionar su auto frente a la casa de Bruno, Leone se acercó al espejo retrovisor y miró su reflejo por milésima vez desde que salió de casa. Revisó su maquillaje, sus labios pintados pulcramente de un tono violeta, lapiz oscureciendo sus cejas, rimel perfectamente aplicado y un leve delineado en sus ojos ámbar. Todo estaba en orden.

Luego, antes de bajar, la mirada del albino bajó hasta su propio regazo. Tomó traviesamente el borde de su pantalón negro y tiró de la tela para poder asomarse un poco bajo sus boxers.

Te ves bien, grandote. Te ves ardiente, le vas a encantar a Bruno — murmuró el albino tontamente mientras miraba su verga, soltó el borde de su ropa y salió del auto, agarrando una bolsa que dejó en el asiento del copiloto.

Acto seguido, Abbacchio se precipitó, caminando rápido hacia la puerta luego de activar la alarma de su auto. Al estar de pie frente a esta, tomó un largo respiro antes de presionar el timbre.

¡Ya voy! — se escuchó Buccellati al otro lado de la puerta.

Y a los pocos segundos, la puerta del hogar reveló al pelinegro, quien usaba una sencilla camisa de botones con lunares negros y unos shorts de mezclilla que le quedaban algo cortos y sumamente apretados, con unos tennis sencillos color blanco como calzado. Esta vez estaba usando algo casual y cómodo a la vez, con sus bonitos cabellos azabaches ligeramente ondulados, había olvidado peinarse correctamente. Bruno estaba usando sus lindos lentes tambien.

Las mejillas de Leone se calentaron al instante al ver a Bruno vestido de esa manera tan preciosa, y lo hicieron aún más al recibir ese besito en sus labios, tomándole desprevenido. Estaba... sorprendido y sumamente excitado. ¿Que había pasado con el cabello de Bruno?

Hola, amore mio — sonrió el menor, poniéndose de puntitas para dejarle un suave beso en los labios, abriendo un poco más la puerta para que el mayor entrara — Pasa, porfavor.

Atontado y algo tímido por estar entrando a la casa de su novio, Leone pasó lentamente mientras dejaba sus llaves en el recibidor, sosteniendo consigo la bolsa. Sin embargo, al dar un par de pasos tras el y apreciar la dulce vista de esas gruesas piernas que quedaban al aire con ese corto short, Leone de pronto se sintió sumamente excitado.

Dió un rápido paso al frente y cargó entre sus brazos al pelinegro, dejando la bolsa colgando de su brazo derecho. Sostuvo con firmeza esas hermosas caderas y piernas, mirando asombrado el cabello de Buccellati. No podía creerlo, los cabellos de Buccellati se ondulaban al estar secos. ¿A caso el se planchaba el cabello?

Al ser levantado de sorpresa, Buccellati jadeó y debido a la fuerza con la que fue levantado, los lentes que usaba se ladearon un poco, haciéndolo lucir demasiado curioso. Sin embargo esto no le molestó y comenzó a reír como cochinito.

¡Leone! — exclamó divertido al ser cargado por los fuertes brazos del albino.

Mi galletita — ronroneó el mayor, adentrándose en la sala. Fue directo a tomar asiento, con su hermoso novio en su regazo — Te ves hermoso — le halagó, dejando un ruidoso beso en la mejilla del pelinegro y acomodándole los lentes con cuidado.

Al moverse, la bolsa en su brazo hizo ruido. La desenganchó y colocó esa bolsa de tela a su lado. Dentro había un par de cervezas para el, varias latas del refresco favorito de Bruno y una bolsa grande de sus frituras favoritas.

Traje un par de cosas, para después de cenar — le dijo, acariciándole las mejillas.

Ya era habitual, desde que se convirtieron en novios. Abbacchio llegaba cada día con un pequeño regalo para Buccellati. Latas de refresco, su bebida deportiva favorita, bolsas de frituras, algún chocolate, paleta, pan, etc.

Rivali d'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora