Capitulo X: Cita I

1.5K 163 248
                                    

Disculpe, joven — llamó una anciana en una de las mesas.

¿En qué puedo ayudarle? — preguntó amablemente Buccellati acercándose a la mesa.

La anciana lo llamó con un gesto para que se acercara más a ella, y el ojiazul dulcemente obedeció

Me parece que tiene un admirador — susurró la señora, mirando disimuladamente al albino que lo esperaba en otra mesa — No ha dejado de mirarlo desde que llegó.

Buccellati rodó sus ojos y se topo con la mirada ámbar del otro lado del restaurante, quien lo miraba con una sutil sonrisa. El pelinegro se sintió enternecido, si bien estuvo en una relación antes, jamás había recibido tanta atención y amor en una sola mirada.

Abbacchio por supuesto no quitó su mirada en ningún momento de Buccellati, mientras inconcientemente sonreía como bobo al comer lentamente sus spaguettis. Era una faceta nueva de el, verlo ahi con ese uniforme y los lentes lo dejo bastante intrigado y embelesado.

En cuanto Bruno volteó, Leone sonrió aún más y sorbió la porción de spaguettis de su tenedor. Se manchó un poco los labios en el proceso, por lo que rápidamente tomó su servilleta para limpiarse cuidadosamente.

La ancianita al ver aquello soltó una risa, colocandose una mano en la mejilla.

Es un admirador muy guapo — murmuró la señora, sonriendole a Buccellati traviesamente.

Buccellati no pudo evitar soltar una dulce risa, Leone estaba totalmente perdido en el.

Lo sé — contestó el pelinegro — Pero con mirarme no va a conquistarme — sonrió pícaramente el menor.

Cielos — la mujer sonrio divertida — Eso es hijo, toma el control — río dulcemente.

Curioso por ver a Bruno intercambiar palabras con aquella ancianita, Leone inclinó su rostro mientras tomaba limonada. No podía escuchar nada por que estaba muy lejos.

Inconcientemente, el albino comenzó a trazar un corazón con su dedo índice en la superficie de la mesa. Estaba loco por Bruno y ya no podía ocultarlo.

Clientes llegaban, y clientes abandonaban el lugar. Buccellati siguió atendiendo las mesas con una linda atención y un comportamiento sumamente dulce. Las horas pasaron y finalmente los demás empleados comenzaron a abandonar el lugar.

Leone había tomado tres vasos de limonada en total y termino sus spaguettis, al final ya solo esperaba mirando atentamente a Bruno, jugando con sus manos sobre la superficie de la mesa.

Una de las cajeras al mando le entregó las llaves del restaurante a Bruno, ya que el sería el encargado de cerrar el local esa noche. Una vez que todos los empleados se fueron, el ojiazul se dirigió hacía la mesa del albino.

Cuando el pelinegro se acercó, Leone sonrio y se puso de pie al instante.

No puedo creer que de verdad me hayas esperado — dijo el menor sorprendido y avergonzado al mismo tiempo — Lo siento...

¿Oh? No deberías sentirlo — respondió al instante el albino — De verdad me divertí mucho aquí... — admitió — Te dije que te esperaría mil horas si así lo necesitabas...

Los ojos de Buccellati brillaron, jamás había visto está faceta del albino, era tan... Diferente al amargado con el que convivía en la academia.

Sus mejillas se rubirizaron y se perdió en la mirada contraría por varios segundos. Hasta que se percató que lo estaba mirando demasiado, acomodó sus lentes un poco y paso un mechón de su cabello azabache detrás de su oreja con timidez.

Rivali d'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora