Capitulo XXXIV: Velada

912 98 116
                                    

El trayecto no fue tan largo y el silencio fue agradable. Cada que se detenía en un semáforo en rojo, el albino mirada a Bruno con una suave sonrisa y le pellizcaba la mejilla con cariño.

En cuestión de un par de minutos estacionó su auto cerca del muelle, bajó y fue a abrir la puerta para Bruno. Se encontraban frente a un bonito restaurante costero. Caminaron juntos hacía el lugar, el albino sostuvo la cintura de Bruno en el trayecto. Leone había hecho una reservación para esa noche, así que al dar su nombre al empleado de la entrada fueron conducidos a la terraza del restaurante, era una mesa para dos.

Abbacchio apartó la silla de Buccellati e hizo un gesto exagerado, inclinando la cabeza.

Su asiento, majestad — bromeó el albino con voz seria.

Bruno soltó una suave risa y se acercó a la silla para tomar asiento, levantando la mirada hacía el albino con una ceja alzada.

¿Porqué me sigues llamando de esa forma, bobito? — preguntó entre risas suaves el ojiazul.

Ciertamente, Leone usaba aquel apodo con Bruno desde hace tiempo, en especial cuando discutían, antes de ser pareja. Y el hecho de que Bruno le cuestionara hizo que el albino sonriera, tomando asiento frente a el.

Es por que eres mi principe — le respondió, inclinando sutilmente la cabeza y tomando la mano de Bruno para dejar un ruidoso beso en el dorso de la mano del pelinegro.

Buccellati sentía como se derretía en ese momento, sonriendo como bobo ante la muestra de afecto por parte del mayor, tenía muchas ganas de levantarse y abalanzarse sobre el y llenarlo de besos. Pero debía comportarse, ya que sabía que no era el lugar apropiado para hacerlo.

Solo se limitó a emitir un sonido demasiado peculiar, aunque literalmente estaba gritando, sus labios se mantenían cerrados para no llamar mucho la atención. Leone soltó una risa, enternecido, cubriendo de besos la bella mano de Bruno, dejando marcas en la suave piel oliva.

El mesero en turno pronto vino a traerles la carta. Leone soltó despacio la mano de Bruno para permitirle mirar el menu. Había bastantes opciones deliciosas, en especial mariscos.

Buccellati trataba de mirar el menú, pero le era difícil puesto a que todavía sentía como su mano coquilleaba por los dulces besos del mayor. Sus ojos se posaban en su dorso observando las marcas de lápiz labial en su piel, se veía divino, le encantaba tener marcas así de Leone.

Estaba realmente embobado mirando su dorso con una tierna sonrisa, haciendo sus piernas danzar ligeramente mientras tarareaba una canción, tanto así que no le prestaba atención al mesero que lo llamaba para tener su órden.

Bombonsito — esta vez quien lo llamó fue Leone, sonriendo enternecido al ver al pelinegro tan feliz — ¿Qué quieres cenar? — le preguntó.

¿Hmm? — levantó la mirada un poco el menor al escuchar la grave voz del albino, ahí se dió cuenta de que había estado distraído por mucho tiempo puesto a las miradas de ambos — ¡Oh! Umm... — el menor miró la carta con las mejillas ligeramente encendidas en vergüenza, observando los platillos, todos se veían exquisitos. Pero su mirada pronto se detuvo en un platillo demasiado especial para el — Me gustaría un platillo de espaguetis con calamar, por favor — sonrió el menor.

Que sean dos, yo también quiero lo mismo — Leone río suave, mientras el mesero apuntaba las órdenes.

¿Desean algún postre? — preguntó el mesero.

El menor miró de nueva cuenta el menú, buscando la sección de postres hasta que finalmente se decidió por uno.

Una copa de helado napolitano estaría excelente — sonrió el menor.

Rivali d'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora