6.-Maeve: El abismo y la velas

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Abro los ojos de par en par al escuchar a Elsbeth picar en mi puerta con fuerza. Entra sin esperar a que le diga nada y me mira expectante. Es demasiado para mí tener que aguantar mi propia consciencia como para tener que aguantar sus ojos de cachorrito esperando información.

Oh, lo olvidaba. El extraño chico de anoche. Miro a mi alrededor esperando verle, pero no está. ¿Es que solo ha sido un sueño extremadamente creativo por mi parte? Me toco la cara donde él puso las manos. Era tan real...

—¿Es que no piensas hablar? ¿Has sufrido un ictus? —Els salta encima de mi cama con su pijama de unicornio puesto. Me rasco los ojos agotada y descansada a la vez. Una sensación extremadamente extraña. Me siento rara, demasiado. Ni siquiera sé como empezar a describir al chico porque no tengo ni palabras para etiquetarlo.

—¿Qué quieres saber?—

—¿Cómo se llama?—Buena pregunta. Hago memoria de nuestra conversación y me doy cuenta de que en ningún momento me lo dijo. Maldito estúpido, con su ligoteo barato que para nada hizo efecto en mí. Trago saliva y me encojo de hombros.

—No me lo dijo.—

—¿Qué? ¿No lo conocías? ¿Y no se presentó?—

—Fue todo muy raro. Ni siquiera estoy segura de si ha sido del todo real.— Me incorporo en la cama y me recojo el pelo aun húmedo en un moño rápido, atándolo sin ningún elástico ni pinza. Me siento estudiada bajo la mirada de Elsbeth y siento que quizás ella piensa que le miento pero la realidad es que mi conversación con el chico no llevó a nada productivo. A no ser que consideremos un abdomen perfectamente trabajado como productivo.

—¿Cómo era? ¿Es guapo? ¿Le gusta leer como a ti?—

—No lo sé. —

—Pero si no sabes cosas de el ni su nombre que hicisteis. —Casi como si un rayo la iluminara se tapa la boca imaginándose algo que no es. —¿Habéis...?—Levanta las cejas dejando caer la pregunta sin finalizar. Niego rápidamente y me paso las manos por la cara.

—Por supuesto que no. No te puedo decir mucho porqué no sé mucho. Deja de mirarme como si fuera una estrella porno.—La riño y ella se ríe.—Pues es alto, creo. Está fuerte y tiene varios tatuajes por el pecho.

—¿Cómo sabes que tiene tatuajes en el pecho si no llegasteis a eso?—Levanta las cejas mirándome con cara de chiste.

—Él iba sin camiseta. Le pregunté por eso y dijo que se había ido a dormir sin ella. Además de los tatuajes vi cicatrices en su pecho y espalda, pero no sé de qué eran. Tiene el pelo largo y un poco de barba.—

—Ósea que te parece guapo.—

—Yo no he dicho eso.—

—Ya, pero estás nerviosa.—

—Me parece que está bueno, sí.—Admito. ¿Para qué mentir? Esos músculos y ese aire masculino fueron placenteros de admirar.—Creo que era extranjero, tenía un acento extraño, como... No sé, como sueco o algo.—

—¿Qué más?—

—No lo sé. Era muy raro. Era autoritario. Y parecía mayor que yo pero no me dijo su edad.—

—No sabes su nombre, ni su edad. ¿Tienes al menos su número de teléfono?—Niego con la cabeza. Siento su mirada juzgándome y la atrapo entre mis brazos.

—Escuchame duende, dudo que toda la gente sepa qué hacer la primera noche. La próxima vez que le veo le preguntaré todo eso. No juzgues cuando no estás en mis zapatos.— Ella asiente y se escapa de mi agarre, saltando por encima de mi cama como una posesa. Las dos nos reímos fuerte cuando aparece mi madre con un globo de una carita sonriente por la puerta. Oh dios, no.

Hiraeth ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora