23.-Maeve: El color de sus ojos

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Despertar siempre es agridulce, sobre todo desde que Rune forma parte de mis sueños. Me quedo estirada en su cama, mirando el gran agujero del techo mientras el cielo clarea en tonos azules pálidos. En teoría hoy por la tarde debería verle, debería ser capaz de abrazarle y sentirme por fin tranquila. Creo que una de las cosas que más echo de menos es el sentido del tiempo. El poder mirar a un reloj y saber la hora que es. Aquí se levantan por la luz y ya. Dudo que me acostumbre a esto, a esta sensación de que las horas o vuelan o se detienen y no se mueven. ¿Cómo será para Rune? ¿En qué ocupa sus mañanas? ¿Elsbeth le dará muchos problemas? ¿Lo habrán llevado a comprar algo? Escucho voces, pero claro, como no entiendo el idioma, no sé especificar de quienes son o que dicen. Me siento en la cama, esperando a poder captar algo, pero me quedo fascinada por como hablan. Sé que está Estrid, quizás Eric también. No lo sé.

Me levanto y camino despacio, intentando no hacer ruido para no parecer maleducada. Me asomo en la escalera y los veo, a Estrid, Eric, Ingrid, el hombre gusano Gorm y otro que no conozco. ¿Es que me he perdido una reunión de vecinos? ¿Plantean echarme de la aldea y venderme como esclava a algún pirado con una pierna de palo? 

Demasiada ficción, Maeve.

Los ojos de Ingrid me ven, me analizan durante un momento y finalmente me saluda con la mano, haciendo que el resto de personas me miren.

—¡Maeve! ¡Ven!—Me chilla Ingrid, dándome paso. Bajo las escaleras intentando no caerme con el vestido, teniendo en cuenta que pesa una barbaridad y me aprieta algo la cintura. Sonrío cuando llego a la planta baja y los miro mientras me acerco a la mesa donde están sentados y comemos desde que estoy aquí. Gorm me mira curioso, sin perderse detalle de mi forma de caminar y examinarlos.

—Hola.—Digo algo tímida mientras busco la tela de las mangas de mi vestido con los dedos, nerviosa y ansiosa. Debo tener una pinta de mierda y me levanto en medio de una reunión familiar.—Siento haber interrumpido puedo salir fuera si quieren privacidad.—

Estrid niega corriendo con la cabeza y da una palmada en el banco a su lado para que me siente. Obedezco cogiéndome un poco el vestido y me apoyo en la mesa con los codos, mirándolos a la cara.

—Este es mi marido, Ulf.—Miro al marido de ojos castaños pero pelo tan rubio que podría definirse casi como blanco, con una barbilla puntiaguda y mandíbula recta.

—Hola Maeve, es una alegría conocerte al fin.—

—Igualmente.—Le digo sonriendo tímidamente. No sé como se supone que debo reaccionar o que debo decir porque para mi, todos son extraños. Pienso en Rune y en como él también está en esta situación. Si él puede, yo también.

—Buenos días, Maeve, ¿cómo te encuentras?—Me pregunta Gorm mirándome con demasiada felicidad en la cara. No quiero ser maleducada, sobre todo porque causaría una mala imagen con la familia de Rune y no tengo otro sitio a donde ir.

—Bien, gracias.—

—Veo que no eres muy madrugadora.—Dice bromeando. Todos se ríen de manera educada y yo me uno.

—No estoy acostumbrada a levantarme con la luz del día pero pronto me adaptaré.—Digo todo lo amable que puedo.

—¿Cuándo volverá Rune de su viaje?—Me pregunta haciendo que mire a Eric y a Estrid. ¿Le han dicho que Rune se encuentra en el futuro? ¿Le han dicho siquiera que yo soy del futuro? Los miro buscando ayuda y el padre parece notarlo.

—Volverá pronto. Ha ido a conseguir un par de cosas necesarias a un pueblo cercano.—Se excusa él por lo que entiendo que no lo sabe. El pobre pardillo no sabe que vengo literalmente de otro milenio, que es tan diferente que casi parece otra galaxia. Sonrío con la boca cerrada y me limito a mirar a todo el mundo de la manera más sumisa posible.

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