26.-Rune: Perdido

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*Siento el retraso, he tenido un día muy ajetreado, pero creo que el capítulo lo compensa*


Escupo con fuerza, con la garganta llena de agua que me quema por la sal. Abro los ojos sorprendido al notar algo liso y suave en mi mejilla. Suelo de madera. ¿Estoy en casa por fin? Cierro y abro los ojos con fuerza aclarándome los ojos del agua salada. ¿Qué es este sitio? Unos aposentos, extraños, desconocidos. Me apoyo en el suelo y miro a todas partes. ¿Por qué no estoy en casa? Me levanto mirándolo todo. Desde luego el sitio es hogareño. El olor y la visión de la madera es reconfortante, pero no tanto como lo serían los brazos de Maeve.

—¿Maeve?—Pregunto esperanzado. Mi voz sale graciosa, algo atragantada y ronca.—¿Maeve estás aquí?—Repito haciendo que algo se mueva y se acerque. Me pongo en guardia, alerta, esperando algún tipo de explicación.

—¿¡Quien eres?!—Chilla una mujer en la puerta. Me giro para mirarla. Su pelo es castaño, claro y largo. Sus ojos, sin embargo, son verdes, como los de Maeve quizás. Levanto las manos para que vea que no soy una amenaza cuando la veo llevarse la mano a la espada que cuelga en su cinturón.—¡Habla!—

—¡Me llamo Rune!—

—¿Cómo? ¿Esto es una broma?—Coge la espada, pero no la saca de la funda. Se acerca a mi un paso, dejándome ver a la luz del fuego mejor su rostro. Es hermosa. Muchísimo. Su boca se abre y se lleva la mano a ella, tapándosela. Su sorpresa se transfiere a mi cuando de repente me abraza.

—¿Perdona?—Pregunto confundido levantando las manos aún más. Me llega justo por el pecho, algo más alta que Maeve. Huele a algo agradable, y el tacto de su pelo contra mi camisa es extraño.—¿Mujer?—

—No sé como es posible pero te he echado tanto de menos.—

—Señora, creo que me confunde de persona. Me llamo Rune Ericson.—Le digo haciendo que ella se aparte. Se lleva las manos ahora al pecho y me mira, con la cara inundada en lágrimas.

—Lo sé, papá.—Tan pronto lo dice retrocedo un paso, asustado. No digo nada. No tengo boca para hacerlo. Trago saliva que parece ser arena ahora y ella se ríe suavemente, limpiándose las lágrimas con las palmas de la mano. —Soy Freya, papá, soy tu hija, bueno, una de ellas. Me dijiste que esto pasaría y pensé que simplemente estabas demasiado mayor para saber que decías pero...—Se muerde el labio y se tapa la cara con las manos.—No me lo creo... Estás tal cual te recuerdo de niña.—

—Yo...—

—Claro, claro... Soy Freya Runedóttir. Tu segunda hija.—Me tiende la mano y yo simplemente la miro.—Estás en el futuro. En uno donde por desgracia ya no te tenemos con nosotros, pero sigues siendo muy querido. Estoy embarazada, papá.—Sonríe y se lleva la mano a su estómago. Empiezo a marearme y ella parece verlo porque me señala una gran cama doble para que me siente. Retrocedo varios pasos, tambaleándome porque todo me da vueltas. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿De nuevo, cómo?


—¿Papá?—Algo duro me golpea la cara, haciendo que abra los ojos y oiga a una chica llamarme.—Menos mal, pensaba que no ibas a levantarte nunca.—Esta chica es morena, el mismo tono de pelo que Maeve, pero sus ojos... Esos ojos son míos. —¡Es impresionante! ¡Es igual!—Me besa la mejilla con amor y sonríe. Tiene la boca de Maeve, igual de gruesa y bonita.

—¿Qué?—

—Soy Elsbeth. Como la tía Elsbeth. Soy tu primera hija.—

—¿Qué?—Pregunto de nuevo.

—Bueno, al menos sin contar a los chicos.—

—¿Qué?—Repito.

—¡Dejalo, Els, lo estás mareando.—

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