18.-Maeve: A suertes

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Reconozco el sitio incluso antes de abrir los ojos. El olor a leña, a piel, pelo y a comida inunda el sitio y lo reconozco casi tan familiar como el olor de Rune. Abro los ojos y miro el techo con el gran agujero, donde el humo del fuego con el gran caldero se cuela y escapa hacia afuera.

—Maeve.—No me da tiempo a girarme porque Rune me embiste cogiéndome en volandas. Dejo de tocar el suelo y me río de la propia sorpresa. Camina conmigo encima hasta dejarme encima de la gran mesa donde me imagino a Rune y el resto de su familia comiendo y compartiendo tiempo. Levanto la cabeza para poder mirarle y me sorprendo al verle con la mayoría del pelo recogido en una trenza con abalorios plateados, adornándola de manera majestuosa.

—Rune, tu pelo.—Alzo la mano para tocárselo y él se ríe.

—Sabía que iba a gustarte.—Sigo alucinando con la trenza, hecha con tanta elegancia y cuidado que parece hecha por un profesional. Incluso me choca vérsela a un bárbaro como Rune.—Madre es muy buena con el cabello. Estoy seguro de que le encantaría trenzarte el tuyo. Seguro que tu pelo es una fantasía para ella.—Sonrío feliz hasta que veo algo de tristeza en el rostro de Rune.

—¿Por qué estás triste?—

—Tenemos que hablar en serio, Maeve.—

—¿Ahora es cuando me dejas?—Pregunto intentando añadir humor a la tensión y el pánico que de repente siento.

—Claro que no.— Me empuja un poco en el hombro, lo suficiente como para desestabilizarme en la mesa y hacer que tenga que apoyar la mano. Él pone los ojos en blanco riéndose y me pasa la mano delicadamente hasta la nuca. —Yo nunca voy a dejarte. Si lo hago es porque he muerto.— No me gusta para nada pensar en la muerte de Rune, aunque realmente, en mi tiempo él ya no existe, ni siquiera su tumba. Agacho la cabeza y él me la levanta al momento.—He hablado con los dioses y me han dicho que yo podría ir a tu tiempo si renuncio a algo.—

—¿Qué?—Lo pregunto porque literalmente no he entendido nada. ¿Qué clase de persona dice que ha hablado con los dioses como si te estuvieran leyendo la lista de la compra?

—He comido las setas con padre y creo que era Thor pero no lo sé, no lo vi bien, había mucha luz...—Empieza a contarme. Miro el movimiento de sus labios mientras me relata la intensidad de la luz y el color del cielo. Estoy tan impactada que apenas puedo procesar la información, pero sobre todo, me cuesta entender por qué querría Rune venir a mi tiempo.—Creo que es posible, lo que no tengo ni idea a que se supone que tengo que renunciar.—

—Rune, escúchame, no tienes por qué renunciar a nada. Yo vendré a ti, te lo prometo.— Inclino la cabeza para que me bese en los labios, pero me besa en la frente en su lugar, manteniendo una cara preocupada y triste. No me gusta ver esa tristeza en él, no en su bonita cara, no en esos ojos francos e inocentes. 

—¿Es que no lo entiendes? Quiero darte cosas, Maeve. Quiero darte más de lo que te quito. No puedo hacerte venir tú. Eres una mujer. Debes ser cuidada, no atravesar mil años en el tiempo para verme.—

En ocasiones, solo durante segundos, odio su mentalidad, tachándome de alguien débil y de quien se deba cuidar, pero, el resto del tiempo, me apasiona.

—Ya me das cosas. ¿Te crees que me importa dejar todas las cosas materiales que tengo en mi tiempo? Son solo eso, cosas.—

—No puedo quitarte a tu familia.—

—¿Y yo a la tuya si? Ni hablar, Rune. Ya lo hemos decidido, vendré yo. A ti te costaría mucho adaptarte, tardarías meses.—

—¿Tú te has visto? ¿Crees que podrás hacer las cosas que hacen las mujeres aquí?—

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