Cada una de las hermanas March tiene algo especial que le agrada a Laurie. Jo ha tenido su corazón desde el primer instante, Amy lo ama y haría lo que fuera para que el sintiera lo mismo, por otro lado, Lottie también lo amo desde la primera vez que...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
OTOÑO NO TARDÓ EN BAJAR DE MANERA EXTREMA LA TEMPERATURA COMO LOS AÑOS ANTERIORES, las nevadas y el viento gélido se volvieron comunes, al igual que los lagos comenzaban a congelarse, convirtiéndose en caminos peligrosos de recorrer; pero poco les importaba a las March y al muchacho Laurence, que disfrutaban juntos la mayoría de las tardes en compañía de bebidas calientes, patinar en los lagos de hielo o lanzarse bolas de nieve. Jo y Laurie también habían comenzado a salir solos más de lo usual, siempre regresaban entre risas y tiernas demostraciones de afecto; pero Lottie ya no sentía que el corazón se le estrujaba o los ojos humedecerse, al menos no como antes, sabía que serían felices juntos y tenía que alegrarse, aunque pensaba que era muy egoísta de su parte por no sentirse de esa manera.
Y aunque la rubia amaba acompañarlos y observarlos reír, no se acercaba a los patines, era realmente torpe para ese tipo de cosas y prefería morir antes de avergonzarse de tal manera delante del muchacho. Le encantaba esa época del año, disfrutar de las frías ráfagas de viento golpear con suavidad su rostro, de los copos de nieve cayendo delicadamente sobre su rubio cabello, escuchar a sus hermanas reír y a Laurie cantar de manera desafinada alegres villancicos; lo único que le faltaba era su padre, pero trataba de no pensar tanto en ello.
Su vecino había entrado en la casa hace unos minutos, saludado alegremente y anunciado que era el último día que el lago estaría congelado, el último día para poder patinar. Jo no tardó en saltar de la mesa y apuntarse.
—Vamos Lottie, ven a patinar con nosotros— insistía el castaño a la joven que estaba sentada en el sillón. Sonrió al escucharlo decir lo mismo por tercera vez y cerró el libro que tenía en las manos.
—Laurie, ¿No te gustaría verme caer, o si?— el chico fingió pensar en la respuesta para después asentir. La rubia se levantó elegantemente la falda del vestido para evitar algún infortunio y quedó enfrente de el. —Por mucho que ame verte a ti y a Jo hacer trucos creo que ya tuve suficiente desde aquella vez que estropearon mi vestido, ustedes son un peligro en patines— una carcajada se escuchó de parte de Jo que se unía a la conversación.
Sus hermanas estaban sentadas en el comedor, desayunando alegres, aunque antes de que Laurie llegara había un ambiente bastante incómodo, ya que Jo seguía enfada con Amy y no le dirigía la palabra. Toda la mesa estaba en silencio.
—En mi defensa puedo decir que fue idea de Laurie. Te vio salir riendo de la mansión de los King acompañada de ese rubio y creyó que patinar hacía ti mientras dábamos saltos era una buena idea; no pensó que caeríamos sobre ti— decía la mayor sin esforzarse en ocultar su risa, seguida del castaño. Beth contenía las ganas de reírse.
—No fue gracioso en absoluto— dijo de brazos cruzados. —No se porque a ustedes dos les cae tan mal Haz. Me dejaron en vergüenza.
—¿Haz? Es presuntuoso y engreído— soltó rápidamente Jo con disgusto. Laurie parecía buscar la palabra correcta. —Y no te avergonzamos, él feliz te ayudo a levantarte mientras nos observaba como si estuviéramos locos.
