35.

3.6K 497 237
                                    

Día tras otro y Felix aún continuaba con su teatro, tratándola cómo una completa desconocida pero a la vez actuaba cómo si supiera todo sobre ella, cada vez dejándole más en claro que sólo fingía... Y honestamente ella ya comenzaba a hartarse.

Era una tarde cómo otra, los chicos se habían juntado en casa de Chan para compartir tiempo cómo de costumbre pero con la diferencia de que todos actuaban extaño con la chica. Era muy usual en ellos ser bastante antentos y cariñosos con ella, pero ese día parecían excederlo, cómo si sintiesen lástima. Pero ¿por qué? Según ella ninguno de los chicos, excepción de Chan y Jisung, sabía que Felix le mentía.

—¿Qué ocurre, Hyunjin? —se atrevió a preguntar cuando se lo encontró solo en la cocina.

—¿Ah? —él se giró y ladeó la cabeza en confusión— ¿De qué hablas? Todo está perfectamente bien. —sonrió.

—Tú... sabes algo o ¿me equivoco?

—¿A que te refieres? Yo no sé nada de nada. —rió achicando los ojos y alzó los hombros con inocencia. Se notaba nervioso.

Oh, acabas de delatarte solo.

—No necesitas actuar así, yo también sé que Felix miente.

—¿Eh? ¿Lo sabes? ¿Sabes todo? —inquirió, mirándola sorprendido y ella asintió.

—Bueno, realmente no sé porqué lo hace, pero sí sé que está fingiendo.

—Oh... Así que aún no sabes la razón. —dijo el pelinegro en voz muy baja.

—¿Dijiste algo?

—No, no... Es sólo que me sorprende que sepas y estés tan tranquila. —respondió con rapidez. La chica suspiró.

—Debe haber alguna razón, ¿no? Sólo estoy esperando el momento en que se arme de valor y me lo diga.

—Tal vez deberías ser tú quien dé el primer paso ¿no crees? De todas formas te enterarás tarde o temprano —hizo una breve pausa— Digo, así ya no te calientas mucho la cabeza tratando de descifrarlo tú sola. En fin, debo ir con Jeongin porque le prometí jugar una partida de ajedrez con él. —sin esperar respuesta, salió de allí dejándola sola.

Genial, Hyunjin lo sabía y de seguro el resto de los muchachos también. Qué vergüenza, todos sabían que Felix le mentía deliberadamente.

Bufó con tristeza e hizo su camino de regreso a la sala donde se encontraban todos. Al momento que la vieron aparecer, todos suspendieron su hablar, quedando en total silencio y observándola furtivamente. ¿Ahora que escondían?

Chasqueó la lengua con fastidio pero no preguntó.

—Chicos, debo irme. Tengo un compromiso familiar y no puedo llegar tarde. —habló Seungmin, poniéndose de pie.

—Te acompaño, Min —ella se apresuró a decir y caminó hasta él—. También tengo que regresar a casa. —mintió, simplemente no quería seguir allí.

—En ese caso yo también los acompaño. —Jisung intentó ponerse de pie pero Chan lo sostuvo del brazo, ganando su atención.

—Creo que Felix sería el más indicado para acompañarlos. —dijo entre una pequeña sonrisa. Han comprendió al instante y cedió, volviendo a su asiento.

¿Y ahora qué? Se preguntó a ella misma, más confundida que antes. No le dio más importancia al asunto y se resignó a salir junto a Seungmin y Felix.

En el transcurso los tres platicaban muy entretenidos, bueno, Seungmin era quien mantenía la atmósfera agradable, si no fuese por él, el silencio sería quien reinara entre ellos, pero todo se tornó incómodo cuando Min llegó a casa y tuvo que despedirse, dejando al par solos y sin motivo para seguir conversando.

—Vas muy callada... muy raro de ti.

—Estoy exhausta, es todo. —se limitó a responder.

—¿Te gustaría ir por un helado? —Felix detuvo su caminar y sonrió.

—No gracias, yo... 

—Tengo algo importante que decirte. —se adelantó a decir antes que se negara por completo.

Y ella no tuvo más opción que aceptar.

En cuestión de minutos ya estaban en un local, acomodados en una mesa al aire libre. A pesar de haberle invitado a tomar un helado ella se negó a ordenar algo una vez estando allí, pidiéndole a Felix que simplemente hablara.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres decirme? —cruzó sus manos sobre la mesa y lo miró con seriedad.

¿Crees que no lo sé?

—Toma las cosas con calma y disfruta de lo bonita que está la tarde. —el australiano llevó un poco de helado a su boca. A diferencia de ella, él sí tenía antojo de algo dulce.

—Felix —pronunció entre dientes—, cuando dije que tenía que regresar a casa temprano, no mentía. —sonrió forzosamente. Ya comenzaba a molestarse.

Él suspiró y dejó su aperitivo a un lado. Se quedó callado por unos cortos segundos, observando su alrededor hasta que su vista aterrizó en ella y habló:

—Ya sé que sabes que finjo. —admitió sin rodeos. La castaña se congeló en su lugar y sus ojos se ensancharon por su repentina confesión.

¿Y lo decía cómo si nada?

—Conque lo sabes... —pronunció en voz baja, su enojo aumentando pero tratando de mantenerse en sosiego.

¿Lo sabía y aún así no tuvo el valor de ser sincero con ella? Sintió un malestar en su pecho, y no sólo por el enojo, la tristeza también le invadió.

—Necesito que me escuches.

—No quiero. —espetó sin elevar su voz. Se puso de pie con mucha paciencia y comenzó a alejarse hasta salir del local; Felix no dudó en ir tras ella.

—Espera, de verdad necesito que me escuches.

—Dí lo que tengas que decir, yo sólo caminaré a casa. —respondió sin girarse o detenerse.

—Lamento haber hecho esto ¿sí? —habló a sus espaldas. Ella se detuvo momentáneamente y se giró a mirarlo; en sus ojos se acumulaban lágrimas.

—¿Lo sientes? —rió irónica— ¿Ahora lo sientes? ¿Por qué fingir que no me recuerdas? ¿Por qué jugar conmigo de esa forma? ¿Por qué, Felix? Si no quieres nada conmigo sólo bastaba con decirlo, pero no había razón para actuar así. ¿Sabes cuántos días pasé triste, o cuántas veces lloré por tu culpa? —decía entre lágrimas que comenzaron a caer sin previo aviso.

—Sí existe una razón. —murmulló cabizbajo. Se sentía incapaz de encararla, no sólo por haberle mentido, también porque sabía que era el causante de su llanto.

—¡Entonces dilo! —empuñó su mano— ¡Sólo habla! ¡¿Es tan difícil soltarlo?! —se aproximó a él y lo sujetó por la camisa. Felix la observó y su corazón se estrujó al mirarla en ese estado... Todo era su culpa.

Le tomó unos segundos en hablar, pero al final se armó de valor y confesó aquello que le había estado robando el sueño por tantas noches y que tanto se le dificultaba decir por temor a lastimarla:

—Regresaré a Australia.

Ella se quedó inmóvil en el acto, podía sentir los latidos de su corazón retumbar con fuerza en su interior y elevó el rostro despacio. Sus lágrimas ahora caían con más abundancia y el dolor en su pecho se había duplicado. Debía ser otro de su malditos embustes.

Lastimosamente, él no mentía.

Memories ; Lee FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora