CAPÍTULO 15

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-----La tarjeta del señor Sawyer----

(Parte 2)

Aitana

—No me toques —pido entre lágrimas.

—Muy tarde princesa —el chico me lleva a la cama.

—No por favor —pasa las manos por mis pechos.

Besa mi cuello, siento su respiración muy cerca de mi boca, la aparto pero el me da una cachetada y aprieta mis mejillas.

—Si yo quiero tú te dejas —comienza a quitarme el pantalón que llevo puesto tocando mi coño por arriba de mi pantalón.

—Tenemos que lubricarlo bien —miro su mano varias veces.

<<Ya es suficiente Aitana>> Los efectos de la droga no me hicieron tanto efecto como el creía. Doblo su muñeca, él suelta un grito de dolor que reemplazo con más quejidos cuando me subo sobre su espalda dejándolo con ambas manos atrás de su espalda y con mi rodilla en su entrepierna.

—Si te mueves, me tocas o gritas este golpe de mi rodilla va directo a tus huevos, idiota —la puerta se abre de un golpe dando paso a Ruben.

—¿Estás bien? —Ruben me revisa.

—Yo estoy bien solo que este tipo se intentó pasar de listo conmigo.

—Te perdí mientras bailabas y luego los vi entre la gente así que corrí, te grite pero no hacías caso. Este tipo fue muy inteligente al perderte entre la gente para que no te vieran y no te alcanzara —Ruben mira su rostro. 

—Estaba bajo los efectos de una droga —me sobo la mejilla.

—Una cachetada —saca unas esposas de su saco.

—¿Llevas eso siempre en tu saco?

<<No quiero preguntar para qué>>

—Nunca se sabe cuándo puede ser necesario —dice—. La policía no tarda en llegar —avisa.

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Adán Sawyer

La noche ya llegó en Londres y me encuentro en la oficina organizando papeles que me servirán más tarde.

—Ernesto, ¿cómo van los contratos? —estoy con mi hermano, ambos trabajando en lo mismo mientras nuestras secretarias nos miran acatando órdenes.

—Estoy en eso —busca los papeles—pero son muchas hojas y mi esposa debe estar preocupada.

—Puedes dejar de pensar en tu esposa y concentrarte —pido con la mirada en las hojas que firmo.

—No puedo hermano —Ernesto le entrega varias hojas a su secretaria.

Miro a ambas mujeres que hablan entre susurros sin apartar la mirada de mí. Podría follar con ellas y sacar a mi hermano.

Me desabrocho los primeros botones de la camisa y quito la corbata.

—Tranquilo hermano —dice Ernesto—sé que soy irresistible pero no quiero cometer incesto contigo. No es mi culpa que Aitana no te complazca —las dos mujeres se ríen por lo bajo.

—Cállate idiota que no pienso hacer nada contigo y por si no te enterraste con Aitana tenemos más sexo que tú con tu esposa.

—Que golpe más fuerte hermano. Eso fue golpe bajo, ¿escuchaste? Golpe bajo —bromea.

—No exageres y ponte a revisar esos papeles.

—Ya tengo hambre. Voy a pedir comida para cenar —Ernesto agarra el móvil.

GÉMINIS II (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora