Capítulo 31: El principio del fin

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Con la cara colorada como un tomate y una sonrisa de oreja a oreja, espero a que el recorra el espacio que nos separa. Me rio cuando algunos de los invitados le paran por el camino, ya que se que esta medio cabreado por que no le dejan llegar a mi. Me llevo la copa a los labios y doy otro pequeño sorbo, ya que no quiero ponerme borracha aquí. Para mi suerte Léonis se acerca a mi, con las mismas intenciones que antes. Tocarme las narices. 

- Eres muy escurridiza, nunca me habían rehuido antes.

- No me lo creo – Contesto secamente.

- He de decir que me gustas mucho, no eres una de esas chicas fáciles, que se encuentra uno a diario.

- Ni si quiera me conoces y eres bastante pesado, Léonis.

- ¿Te están molestando, nena? – Pregunta mi héroe junto a mi por fin. 

- No. Léonis ya se iba ¿Verdad? – Digo girándome, hacia el pesado de Léonis.

El sin decir una sola palabra, desaparece entre la multitud perfectamente elegante de la sala. Cuando devuelvo mi atención a Max, me encuentro directamente con sus ojos. Me contempla como si fuera una joya, como si fuera oro. Como si fuera su tesoro, cosa que no me importaría ser. 

Versión de Max:

Termino de hablar con uno de los socios de mi padre, cuando una hermosa joven acapara toda mi atención. Sabia que era ella incluso antes de verla. No me puedo creer que haya venido. Ese vestido le sienta genial, parece una princesa. No me puedo creer que haya llamado a alguien princesa... ¿Qué me esta haciendo esta mujer?. Casi parece que nota mi presencia, cuando sus hermosos ojos color miel, se posan en los míos. No puedo evitar sonreír, cuando noto los colores de sus mejillas. Ni si quiera después de todas las perversiones que me ha dejado hacerle, es capaz de dejar su timidez de lado. Me llama la atención la bolsa roja que tiene en su mano izquierda y no me sorprende la copa que agarra con la derecha. Con lo tímida que es, sería incapaz de estar aquí sin la pequeña ayuda de una bebida alcohólica. 

Sin pensarlo dos veces empiezo a caminar hacia ella. Esta preciosa con ese vestido rosa palo, casi me gusta mas que la lencería roja. Para mi suerte el señor Edgar se interpone en mi camino. Edgar es el mejor amigo y unos de los socios de mi padre y yo como anfitrión de esta pantomima, he de pararme para hablar con el. Casi ni le presto atención, sabiendo lo que me espera a un par de metros más... Venga Edgar termina ya por dios... Cuando por fin termina de felicitarme el y su esposa, continuo hasta Dria. Para mi sorpresa alguien se me ha adelantado. ¿Quién es este tipo? Dria no parece cómoda, lo que en parte me agrada. Está preciosa, es normal que los chicos intenten algo con ella. En vano, ya que esta aquí por mi. 

- ¿Te esta molestando, nena? – Digo mientras miro al jodido baboso demasiado cerca de ella.

- No. Léonis ya se iba ¿Verdad? – Esa es mi chica. ¡Largo de aquí imbécil, esta preciosidad es mía y solo mía!. Pienso, pero obviamente no lo digo, no quiero que Dria se enfade por mis enfermizos celos.

El chico desaparece, lo que me parece apropiado. Observo como mi princesa, se lleva la copa de champan a sus apetecibles labios y como después recoge las gotas de sus labios, con su hábil lengua.  La cual me se me antoja, como siempre. Sus ojos conectan con los míos de nuevo, donde tienen que estar. 

- ¿Qué tal el final de la campaña? – Pregunto para romper el hielo.

- Bien. ¿Qué tal tus treinta y uno?.

- Mejor de lo que me esperaba.

- ¿Cuándo puedo darte tu regalo? – Dice moviendo la bolsa que descansa en su mano.

𝐴𝑍𝑈𝐿 𝑂𝑅𝐺𝐴𝑆𝑀𝑂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora