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ALICE HILL

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ALICE HILL

La luz del sol, que cae literalmente en mi cara, hace que me despierte y la resaca se hace presente. Cuando abro mis ojos, me doy cuenta que no estoy en mi habitación y, es más, ni recuerdo como es que llegué a mi casa. Me había quedado dormida en la cama de tomar sol, que había comprado hace poco, y gracias a Dios alguien había tenido la amabilidad de arroparme con una frazada.

Busco por todas partes si hay algún rastro de mis amigos, pero no me encuentro con nadie y tampoco recuerdo si es que se quedaron a pasar la noche en mi casa.

Me levanto de donde había pasado la noche, doblo en cuatro la manta y entro como un muerto viviente a mi casa. Voy directo hacia la cocina para poder comer algo, cuando me doy cuenta qué hay un individuo revisando mi refrigerador.

Y ese individuo era Lando Norris.

–¿Qué haces acá?–le pregunto y el inglés se voltea rápidamente a verme.

–Hola Al–me dice con una minúscula sonrisa–Iba a prepararme algo para comer, me muerto de hambre.

El inglés saca de la refrigerado un par de tocinos, huevos y leche.

–¿Por qué estás acá?–le vuelvo a preguntar mientras que el inglés rompe los huevos y empieza a batirlos con un tenedor.

–¿No recuerdas nada?–me pregunta y yo niego con mi cabeza–Ayer tomaste demasiado tequila con el español que no es Carlos y terminaste invitando a todos a tu casa. Victoria trató de callarte, pero insististe tanto que al final terminamos aceptando tu invitación.

–¿Quienes están en la casa?–le pregunto sorprendida y rogando que sólo esté Vic, Carlos y él.

Pero ese deseo desaparece cuando veo entrar a la cocina a su nueva novia.

–Bebé, te fuiste sin levantarme–la escucho decirle a Lando mientras lo abraza por la espalda.

Probablemente, esta es la situación más incómoda que he podido pasar en toda mi vida. El inglés no despega su mirada de mí y puedo notar cierto remordimiento en él.

–Lo siento Alice, no te había visto–me dijo la rubia.

–No hay problema–le respondo con una sonrisa falsa–¿Quienes más se quedaron a dormir?–le vuelvo a preguntar a Lando.

–Victoria, Carlos, Pierre y Ricard–me responde serio.

–Perfecto, jamás vuelvo a tomar en mi vida–me digo a mi misma en voz baja–Bueno, iré a tomar una ducha y rogar que ningún fotógrafo haya estado cerca de mi casa ayer.

HILL | LANDO NORRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora