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Noah acostó su cabeza en mi regazo y cerró sus ojos mientras yo leía un libro.
No me di cuenta en ese momento, pero tenía grandes ojeras que intentaba maquillar. Así como tampoco me di cuenta de su estado de ánimo, pero bueno, si busco en mis recuerdos la respuesta a esa situación era simple.

No me di cuenta.

Ni yo ni nadie.

Luego de que Rebeka me había dado las gracias con los ojos llenos de lagrimas me dirigí a casa también llorando en el camino. Era llanto de felicidad y paz, porque sentía que todo estaba saliendo bien después de tanto esfuerzo.

El día siguiente, cuando llegue a trabajar, para mi sorpresa el padre de Noah aún se encontraba desayunando leyendo un periódico pero no dudo en despegar la vista al verme para ofrecerme que me siente con él.

-¿Desayunaste? -me preguntó.

-Si. Gracias.

Asintió y se limpio las comisuras de sus labios con la servilleta que descansaba en su regazo.

- Noah esta afuera -me señala con su cabeza el gran ventanal donde se podía ver a Noah sentado en su habitual lugar cerca de la pileta dibujando -siempre le gustó el jardín. Pero desde que volvió a vivir con nosotros no salía mucho de su habitación, creo que su psicóloga tardo 2 meses en obligarle a que salga a tomar aire fresco al menos una vez al día. Pero ahora no hay día que no se levante y salga.

Sonríe.

No tenía idea que antes no pisaba el patio. No lo imaginaba.

-Eso es bueno -dije.

-Rebeka me dijo lo que esta pasando -soltó de golpe para mi sorpresa. Se levantó y comenzó a agarrar su saco del traje que se encontraba tendido por el respaldo de la silla. - Me contó que ayer te agradeció y me parecía que yo también tenía que hacerlo -me dio una sonrisa - así que gracias Emma.

No dijo más. Después de eso se fue.

Y aunque fue un lindo gesto no sabia si lo decía de forma sincera. Sabía que él no creía que Noah podía mejorar, que se había dado por vencido pero sin embargo acompañaba a su esposa que se aferraba a toda costa a su hijo.
Tal vez su agradecimiento fue un acto impulsado por ella. Pero de todas formas no podía negar que las palabras de gratitud me daba una sensación cálida al corazón.

De eso había pasado ya un mes y la felicidad de la casa se rondaba.
Rebeka no dejaba de sonreír, Betti no cantaba todo el tiempo, y aunque veía al padre de Noah con ciertas dudas también trataba de alegrarse por la situación.

Según su psicóloga Noah estaba muy participando y abierto. Sus visitas al doctor lo hacía sin quejarse y era bastante charlatán durante las consultas. Los fines de semana viajaba a sus padres al campo que tenia a las afuera de la ciudad, y que según Rebeka no habían podido ir hace bastante tiempo.

La comunicación entre ella y Noah mejoró a grandes rasgos, su relación volvía a hacer de madre e hijo amorosos como solía ser antes. Me mostró incluso varias fotos que se sacaban los fines de semana. Él sonriendo y abrazándola, cuidando a los caballos e incluso cocinando.
¿Noah cocinando? Esa era una foto que nunca creí ver pero ahí estaba.

Pero a veces seguía mostrándose tímido y con miedo. Cuando eso pasaba tendía a agarrarle la mano. Sobre todo en situaciones nuevas para él, como volver a convivir con el tacto físico que hacia mucho no tenía con su madre o cuando a la salida del cine una vez pasó a lado de un hombre que fumaba un cigarrillo pero él no había llevado el suyo y la ansiedad de fumar uno en ese momento invadió su cuerpo y no supo como reaccionar.

NoahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora