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La luz solar traspasaba los grandes ventanales que iban casi desde el piso hasta el techo y que se encontraban en muchos sitios de la casa de los Taylor. La radiante luz inundaba hasta el mas mínimo rincón de esa hermosa biblioteca donde estábamos en ese instante. El frio poco a poco se estaba yendo, solo quedaba unos días donde se percibía una brisa fría a tal punto que pude estrenar el hermoso tapado que me regalo Emma antes que el invierno se vaya definitivamente.

Para ser franca siempre me gusto mas el invierno que el verano, sin embargo luego de mudarme a esa cuidad el verano comenzó a agradarme ya que podía ir a la playa, disfrutar de los riquísimos helado de la heladería que estaba a la vuelta de mi casa, comprarme los hermosos vestidos que solía vender mi tienda favorita, disfrutar de las fiesta de verano que organizaban los hijos de Sara y ella amablemente me invitaba a que le hiciera compañía mientras lidiaba con los amigos de sus hijos mojados que corrían por toda su casa, pero la pasaba genial, por que cuando los niños se iban los adultos podíamos subirnos a los juegos acuáticos. Sin embargo aun faltaba bastante para esas fiestas, el invierno todavía le quedaba varias semanas hasta que pueda dar paso al verano.

Creo que entre por primera vez en la biblioteca luego del primer mes de trabajo, Noah solía ocultarse allí cuando no quería que nadie le molestará. Admito que siempre fui muy fan de la lectura, mi padre me había inculcado ese hábito desde muy pequeña, había una habitación en donde mamá y papá la equiparan como un pequeño estudio, papá lleno su lado de la habitación con un librero bastante grande (aunque nada comparado a aquella enorme habitación) y había mando a hacer una réplica exacta de su sillón reclinable para que yo lo acompañara en sus tardes de lectura. Por lo cual cuando conocí esa parte de la casa de los Taylor me quedé fasinada, era muy muy hermosa y amplia, creo que era más grande que mi sala de estar, por alguna extraña habitación tenía una vibra de paz y tranquilidad, tal vez ayudaba la buena iluminación que había, los tonos marrones claros y algunos oscuros que relajaba a la vista, la vista daba hacia el jardín, justo en frente de los rosales y la pileta, las paredes estaban llenos de libros, que estaba segura que no leyeron ni la mitad.

Entendía porque le gustaba a Noah estar allí, a mi también me gustaba. Sobre todo cuando estaba con él.

Ese día, además de la hermosa luz también inundaba la risa de Noah en el lugar. Estabamos sentados cómodamente en los sillones, descubrí a mi acompañante mirándome y luego desviar sus ojos hacia las hojas que se encontraban apoyados en sus rodillas. Me estaba dibujando.

-Quiero verlo. - le insistí por cuarta vez.

Él negó con la cabeza repetidas veces. Incluso me pare para intentar agarrarlo, hacia días que lo veía espiandome para dibujarme pero siempre se hacia el tonto cuando lo enfrentaba y aguardaba el cuaderno.

No entendía porque no me lo quería dar, creo que solo lo hacía para molestarme.

Intente sacárselo pero estiro su brazo y lo sacó de mi alcance. Intenté nuevamente tomarlo pero fue en vano. Otra vez comenzamos a reír, yo por que sabía que lo hacía apropósito y él por verme tan desesperada. Noah estaba sentado y yo parada intentando agarrarlo pero cada vez tiraba su cuerpo más para atrás y alejaba su mano de mi, no supe en que momento pero con sus piernas hizo que me cayera arriba de él, cosa que hizo que riera más.

-¡Noah! -le reté pero lo acompañe con su risa.

Él tiró el cuaderno sin importarle que cayera al piso detrás del sillón y me envolvió con sus brazos. De golpe se volvió el lugar más cómodo del mundo. Me estrechó contra su cuerpo dándome a entender que a él también le gustaba esta cercanía. Le sonría como una boba adolescente que miraba al chico que le gustaba, y es que así era.

NoahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora