Jennifer entró al salón cuando vio que su profesora no veía hacia la puerta, Tania le hacía señas para indicarle cuando entrar, mientras Katherine rodaba los ojos, entonces la profesora se dio la vuelta y Jennifer se agachó y escondió bajo un pupitre vacío.
—Llegas tarde Jennifer —escuchó su voz y el miedo la invadió.
Para su maestra fue fácil saber que alguien estaba entrando tarde a su clase, Tania se movía mucho, fácilmente identificó el disturbio en su monótona y sencilla clase, luego fue juego de niños saber que el alumno en cuestión era Jennifer, su particular cabello rojo era imposible de confundir.
—Ahora sal de ahí y ve a sentarte —volteó a verla y Jennifer le sonrió nerviosa.
Al tratar de salir se golpeó en el borde de la mesa del pupitre, causando una tenue risa en sus compañeros.
—Lo siento, no volverá a pasar —se disculpó mientras caminaba haca su asiento.
—Eso dijiste el martes —negó con la cabeza y volteó a ver a la pizarra.
—¡Tu vida es tan triste! —Volteó a ver, Carrie la ponía de pésimo humor, Carrie era castaña y de facciones muy finas, bastante envidiables para la mayoría de sus compañeras.
—¡Déjala, Carrie! ¿No ve que está sufriendo? —Y esa fue Annette, la mejor amiga de Carrie, o más bien, su mejor secuaz.
Una gran risotada resonó en el salón, avergonzando a Jennifer.
—¡Suficiente! —Y cuando la profesora habló, la quietud regresó.
«Ni siquiera fue gracioso» Pensó con las mejillas coloradas, sintiendo la mirada de uno o dos de sus compañeros.
Jennifer volvió a casa en cuanto terminaron las clases, su corazón latía desbocado con cada paso que daba, temía lo que sus padres pudieran decir y el castigo que fueran a imponerle. Su estómago se retorció cuando estuvo frente a la puerta de su casa.
Probablemente ya estaban en casa, solían llegar temprano los viernes, sobre todo su madre, así que cuando entró le temblaban las piernas.
No había nadie.
Y pudo respirar tranquila, hasta que escuchó la televisión encendida, cuando se fue no estaba encendida, vio los zapatos de su padre en el suelo y el saco de su madre colgado en el perchero, a duras penas logró tragas saliva. Luego, un golpe en la cocina.
—¿Quién está ahí? —Preguntó aterrada.
Nadie respondió, no supo si aliviarse o preocuparse.
Jennifer se acercó a la cocina a paso lento, temiendo lo que pudiera encontrarse ahí.
Sus padres estaban atados, cada uno a una silla, el susto que le dio la voz de Akemi no permitió que se percatara del golpe en el pómulo de su madre.
—¿Los colegios se tardan tanto? —Preguntó.
—¿Qué haces acá? —Preguntó Jennifer—. Te dije que te daría mi respuesta luego.
—Te estabas tardando mucho —sonrió.
—¡Debes irte! —Alzó la voz—. Además, ¿Por qué ataste a mis padres a la mesa?
—No me hables así —dijo más seria—, recuerda quién soy.
Jennifer suspiró.
—Tus padres estarán bien, solo usé un hechizo de sueño en ellos, es un hechizo muy básico —rodó los ojos sonriendo.
Jennifer comenzó a desatar a sus padres, que aun así seguía dormidos y de no haber sido porque ya conocía los efectos de un hechizo de sueño (muy de cerca a decir verdad) se habría preocupado.
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Tal vez este es mi destino ✔️ [Pepromeno #1]
FantasySi Jennifer utilizara una palabra para describirse a sí misma podría usar: Tímida, callada, reservada, introvertida y una que no podía faltar, increíblemente torpe. Aunque todo cambia un viernes por la mañana. Ahora, con todo y su torpeza, tiene que...