Akemi entró a la sala solo unos momentos después, podía intuir de qué hablaban Jennifer y Cinisca, por lo que prefirió darles tiempo. Ella también quería hablar con Jennifer.
—¿Terminaron? —Preguntó.
—Sí, es toda tuya —Cinisca se puso de pie.
—Jennifer, acompáñame, quiero mostrarte algo.
Jennifer siguió a la reina en silencio por los pasillos del castillo, hasta llegar a la entrada del mismo, Akemi la miró, sonrió y en su mano se formó una esfera celeste, ya sabía qué iba después, el hechizo de teletransportación. Cerró los ojos esperando que el efecto sacudiera sus entrañas como de costumbre cuando Akemi dejó caer la esfera al suelo, sintió un cosquilleo, pero no sintió nauseas.
Abrió los ojos creyendo que no había sucedido nada, el panorama le mostraba un castillo, supuso por un momento que aquel no era un hechizo de transportación, de no haber sido por las estatuas de dos bestias —una que difícilmente pudo describir y un dragón— a cada lado de las puerta de ese castillo.
No estaban en Kaisan. Eso era seguro.
—Este es tu reino —dijo Akemi.
—¡¿Qué?! —el grito hizo que la reina pusiera una mueca, le habían dolido los oídos.
Pero aquello fue lo de menos. No podía creer lo que le decía, ¿un reino propio? ¿Para ella?, era completamente ridículo. La urgencia de respuestas la asaltó, comenzó a formular preguntas en su mente.
—¿Cómo que un reino? —Preguntó—. No puedes darme un reino —afirmó.
—No te estoy dando un reino —su sonrisa casi era una burla—. Es tu derecho de nacimiento, no es muy difícil de comprender —finalizó con un encogimiento de hombros.
Aquella no fue la respuesta que esperaba, no encontraba razones para que Akemi quisiera darle un reino.
«No me está dando un reino» recordó «es mi "derecho de nacimiento"».
No prestó mayor atención a esas palabras, de haberlo hecho probablemente hubiera notado las discrepancias en lo que dijo Akemi. Si era un derecho de nacimiento, debía haberlo heredado de alguno de sus padres.
Pero antes de siquiera formular esa conclusión se preguntó algo más importante.
«¿Qué obtiene Akemi de todo esto?».
—¿Por qué? ¿Qué ganas con eso? —Fue de frente, directo al grano. Akemi pareció sorprenderse, positivamente.
—Además de una aliada... —hizo una pausa, poniéndola nerviosa—, nada. No todos están destinados a controlar bestias o manipular poderes casi extintos, eres la indicada.
Era sincera, lo intuía. No importó mucho cuando prestó más atención a las palabras.
—Espera —la detuvo, parecía a punto de decir algo más—, ¿bestias? ¿De qué estás hablando?
—Eres una campeona de entre las brujas —había cierta aura de solemnidad y emoción en su voz que la convencieron de que aquello no era una tan malo—. Bienvenida a Arian, Jennifer, el reino de las bestias.
Jennifer negó, ya no tan de acuerdo con la idea, era un castillo, no un reino, un castillo era tolerable, más o menos, pero ella no tenía madera de reina, ni siquiera conocía las leyes, no sabía nada acerca de nada.
—No me cuestiones —dijo más seria, no era de las que repetían las cosas—. Mejor sígueme, te mostraré el castillo.
A regañadientes la siguió hacia el interior del castillo.
ESTÁS LEYENDO
Tal vez este es mi destino ✔️ [Pepromeno #1]
FantasySi Jennifer utilizara una palabra para describirse a sí misma podría usar: Tímida, callada, reservada, introvertida y una que no podía faltar, increíblemente torpe. Aunque todo cambia un viernes por la mañana. Ahora, con todo y su torpeza, tiene que...