Johana despertó con un dolor intenso y palpitante en el pómulo izquierdo. Se frotó los ojos, estaba en la cocina de su casa, justo donde Akemi los había dejado, miró hacia adelante, su esposo, David, estaba despierto. Miró las muñecas de su esposo, marcas de agarre, miró las suyas, también había marcas ahí, volteó hacia el suelo, una cuerda tirada.
Akemi la había atado, probablemente luego la había desatado.
O no.
Y de no haber sido ella, ¿quién?
Trató de tranquilizarse, Jennifer no sabía sobre nada relacionado a Akemi, o al mundo subterráneo, ni sobre la profecía.
No, no podía saberlo. No debía.
Se levantó tan bruscamente que incluso derribó la silla.
—¿Johana? —Preguntó su esposo—. ¿Te sientes bien?
—Sí —respondió tratando de parecer tranquila—. ¿Sabes si Jennifer ya llegó? Es tarde, debería ir a revisar.
—No, no lo sé —respondió David, levantándose también.
—Iré a verla —salió de la cocina y comenzó a subir las escaleras a toda prisa.
Estaba huyendo, del destino, de su esposo y de contarle la verdad a su hija, se juró a sí misma no volver, debía cumplir esa promesa, para proteger a Jennifer, para salvarla de la vida de la que ella huyó.
Abrió la puerta del cuarto de Jennifer con el corazón palpitante de miedo.
—Jennifer, ¿estás despierta? —no recibió respuesta, aquello era bueno, sintió.
—Bueno, es tarde, deberíamos tratar de dormir, mañana hablaremos con ella sobre la llamada del director —su esposo se dio la vuelta, caminando por el pasillo hasta su habitación.
—David, creo que, por esta vez, no debería recibir un castigo tan severo —David volteó a verla incrédulo de lo que escuchaba.
—No veo por qué no debería.
—Algo me dice que esta vez no llegó tarde a propósito.
Su instinto le decía que Akemi sí había hablado con ella.
—¿Estás segura? —Preguntó no muy convencido.
—Sí —Johana cerró la puerta del cuarto de su hija y entró en su propia habitación.
—¿Recuerdas qué pasó? Siento como si mi cerebro hubiera recibido una descarga eléctrica. —Johana sonrió ante el comentario de su esposo, nadie más que él podía hacerla sonreír de esa manera.
—No —mintió.
Claro que lo recordaba.
Y qué fácil era para ella mentir.
~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•
Akemi observó la habitación de Jennifer desde el techo de una casa cercana, sabía que ella no podía dormir, sabía el dilema que había provocado en su mente, sabía que probablemente Jennifer había llorado, lo que no sabía era si Jennifer cambiaría de opinión.
—No creí que fueras a vigilarla.
Cinisca estaba junto a ella, haciéndole compañía, como siempre.
—Ella es importante, ¿no? —Respondió Cinisca—. Haré que cambie de opinión —aquel tono malicioso era ya bien conocido para Akemi.
—No puedes obligarla, Cinisca. No es así como funciona.
—¿A qué te refieres? —Volteó a verla.
—«La compasión salva vidas, es un motor, es determinación, eso es lo que salvará todo cuanto te importa. No trates de cambiar el destino o se volverá en tu contra» —Sonrió nostálgica.
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Tal vez este es mi destino ✔️ [Pepromeno #1]
FantasySi Jennifer utilizara una palabra para describirse a sí misma podría usar: Tímida, callada, reservada, introvertida y una que no podía faltar, increíblemente torpe. Aunque todo cambia un viernes por la mañana. Ahora, con todo y su torpeza, tiene que...