|6| Positivo

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Al salir del bar, Pol se había subido a su moto y recorrido unos cuantos kilómetros con su cabeza dándole vueltas a una sola idea.

Debía hacerse la prueba.

Frenó en un semáforo en rojo y al girar se encontró con una farmacia abierta. Lo sintió como una señal, y reuniendo todo su valor entró.

—Hola —sonrió nervioso —, ¿hacen la prueba de...? Bueno, lo del VIH.

—Ah, el test. Si, ven —contestó la chica.

Pol la acompañó a una esquina y se sentó donde le indicó. La joven se colocó los guantes de látex bajo la atenta mirada del rubio.

—Voy a pincharte el dedo, sentirás como un pellizco.

—Vale —contestó Pol mientras levantaba la mano izquierda.

Tras higienizar su dedo índice, la mujer lo pinchó. Pol no pudo evitar hacer una mueca. La joven tomó la muestra de sangre y la colocó en el test. Luego le dió a Pol un algodón y le pidió que presionara un poco.

—Vale, ya está. A esperar.

Los nervios del rubio no disminuyeron durante los minutos que esperó por el resultado. Aguardaba en silencio jugando con el algodón entre sus dedos.

Cuando la mujer volvió a mirar el test, no hizo falta que hablara. Pol pudo notar en su cara que las cosas no iban bien, aún así decidió asegurarse.

—¿Qué?

—Ha... ha salido reactivo.

—¿Reactivo... positivo? —preguntó Pol sin comprender.

—Si. Lo siento. Lo siento mucho.

El tiempo se detuvo, y a pesar de que Pol sabía que la mujer seguía hablando, él ya no la escuchaba. No escuchaba nada; sólo sus pensamientos, pero estos iban tan rápido que no tenía nada en claro.

Cuando menos se lo esperó terminó en la consulta del médico, y a pesar de que había tenido algo de tiempo para asumir la noticia, aún se encontraba alterado.

—¿Nunca me curaré?

—El VIH no se cura, pero se puede vivir con él —le respondió el médico.

—Pero hay gente que se muere...

—Escúchame.

—¡No! Quiero saber hasta cuándo aguantaré metiéndome pastillas —exigió el rubio.

—¡Escúchame! No te morirás por el VIH si te cuidas como debes. Y tranquilo, que pronto comenzarás el tratamiento.

Pol se llevó ambas manos a la cara, alterado.

—¿Por qué tengo yo ésta mierda? Yo que siempre follo con condón, salvo con aquel tío... pillar el SIDA...

—No tienes el SIDA —lo corrigió el hombre.

—¿Ah no? ¿Y qué tengo?

—El VIH.

—Si, suena más bonito pero sigue siendo SIDA, no jodamos —contestó molesto el menor.

—No deberías hablarme así —se molestó el médico —, entiendo que hayas venido alterado. Para eso estamos, ayudarte e informarte. El SIDA es lo que acabarías desarrollando si no te medicaras.

—¿Hasta cuando debería tomar la medicación? —preguntó Pol tras una pausa.

—Cada día. Siempre.

Las cosas no mejoraron tras esto, si es que no sólo empeoraron.

Por empezar, se presentó a rendir el examen de Ética para el que había estado tan confiado hace menos de veinticuatro horas y no fue capaz de formular una sola oración ya que su mente aún se encontraba en los sucesos del día anterior. Terminó entregando una hoja en blanco con el dibujo de una polla. Ya todo le daba igual.

Además, cuando se cruzó con Rai, éste notó que algo le pasaba y Pol le terminó contando lo que su padre le había dicho el día anterior, ya que el VIH no era su único problema, solo el más importante.

—A mi padre le han metido un multazo de hacienda, siete mil pavos. Defraudó con trampas cutres y ahora busca trabajo como un niñato. Por su puta mala cabeza —terminó de relatar, molesto.

El pelinegro no tuvo mejor idea que reír y bromear sobre aquello, lo que sólo empeoró el humor de Pol, quien lo mandó a volar.

Axel también recibió una dosis de su mal carácter. El hombre se había acercado a preguntarle sobre el examen con todo el buen rollo y Pol lo había ignorado completamente.

—Tu amiga Oti me ha comentado que se juntaban después a tomar unas birras, ¿vas a ir? —quiso saber Axel.

—Supongo.

—Podríamos quedar antes e ir juntos —le propuso, pero Pol se negó y, tras asegurarle que se encontraba bien de mala gana, se marchó.

También terminó peleando con Biel, quien lo acusó de no ser su amigo y cagarlo por la espalda debido a que le robó el puesto en la Liga de Debate.

—A mi todo me cuesta el triple —le reclamó Biel, e hizo el comentario más inoportuno antes de alejarse: —. No todos nacemos con una flor en el culo.

Para peor de males, renunció a su trabajo en el estacionamiento con la esperanza de que contrataran a su padre en su lugar y el dueño se le rió en la cara tras decirle que no contrataba viejos.

Al llegar a casa, el rubio se enteró de que Rai le había dado trabajo a su padre. Le resultó hasta ofensivo que el pelinegro solucionara su problema cuando el mismo no pudo, por lo que fue a reclamarle.

—¿Tú de qué coño vas, de salvador de mi padre? Estoy hasta los cojones de que te burles de los pobres. Será mejor que le pagues una buena pasta porque sino te acordarás de mi toda tu puta vida.

Pol Rubio estaba enfadado con el mundo y con su mala suerte. No sabía que hacer, necesitaba un consejo urgente. Pero claro, ese día se había encargado de enfadar a todos. Incluso a su padre, aunque este quizá ya estuviera acostumbrado a sus arranques.

Deseó poder estar en el Àngel Guimerà, con sus amigos y con Merlí Bergeron. Necesitaba desesperadamente saber que hacer y creía que si Merlí aún estuviera vivo tendría la respuesta.

Al pensar en el padre no pudo evitar pensar en el hijo.

Bruno.

Hacia tiempo que había perdido contacto con el pequeño Bergeron. Una idea se cruzó por su cabeza y, como ese día todas sus decisiones fueron tomadas sin pensarlas demasiado, la llevó a cabo.

Decidido a llamar al pelinegro, agarró su celular y buscó el contacto. Sin perder el tiempo, marcó a Bruno Bergeron.

🍒

¡Hola!

¿Qué les pareció el capítulo? Las emociones de Pol están a flor de piel, y eso le está jugando una mala pasada.

Con respecto al final... ¿creen que Bruno contestará la llamada? Les dejo con la intriga hasta el siguiente capítulo.

Se agradecen votos y comentarios ❤

Yo no soy MerlíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora