|25| Charla pendiente

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Pol no podía dejar de observar la pantalla de su celular. Tras meditarlo el fin de semana, terminó por seguir el consejo de Samuel (o algo así); le envió un mensaje a Bruno diciendo que debían hablar, que debía contarle algo importante. Aún esperaba la respuesta del pequeño Bergeron.

Una parte de él (la parte cobarde) esperaba que Bruno le dijera que no quería hablar con él y olvidar el asunto. Pero sabía que no podría seguir con esa angustia instalada en su pecho. Jamás se perdonaría que el pequeño Bergeron tuviera VIH y por su culpa no pudiera saberlo y tratarse a tiempo.

Pero ese era el peor escenario, ¿cierto? Lo más probable es que la prueba le dé negativo, ¿verdad? En ese caso el pelinegro sólo lo mandaría a tomar por culo por no decirle antes; a la bronca de la fiesta le sumaría esta nueva bronca y terminaría por perder del todo al chico... Aunque si no le decía nada y se terminaba enterando por alguien más...

Joder, no había un buen escenario. Todos los posibles escenarios terminaban con Bruno mandándole a la mierda. Sólo podía elegir el mal menor; que Bruno se enterase lo antes posible y por su propia boca.

Su celular vibró, indicando una nueva notificación. Ansioso como se encontraba, Pol prácticamente saltó sobre el aparato para ver de qué se trataba. Bruno le había enviado un mensaje.

Bruno: Si es tan importante dímelo por aquí.

Pol suspiró; podría hacerlo, enviar un mensaje y olvidarse del asunto, pero no estaría bien.

Pol: No es algo que se pueda decir así como así, debemos hablarlo en persona.

Pol: Por favor.

Pasó un minuto hasta que la respuesta le llegó, pero Pol sintió que habían pasado horas.

Bruno: Espero que realmente sea importante.

Pol: Lo es.

Bruno accedió a reunirse con él esa misma tarde, ya que era la única que tenía libre. El rubio no sabía si sentirse aliviado o no. Pondría fin a aquel asunto ese mismo día, estaba realmente nervioso.

Pol buscó la forma de concentrarse en otra cosa por el resto de la mañana, pero lo único que lograba era recrear su discurso una y otra vez, intentando que sonara bien. No estaba dando resultado.

Finalmente llegó la hora acordada, Pol tomó sus llaves y salió hacia el café en el que habían quedado. Fue el primero en llegar y eligió una mesa alejada de los demás; no le gustaban los cotillas.

Pasaron sólo cinco minutos cuando vió aparecer al pelinegro. Bruno inspeccionó el lugar rápidamente hasta dar con él y Pol lo vio soltar un suspiro antes de acercarse.

—Ey —saludó Bruno, tomando asiento frente a él —, ¿ya ordenaste?

—Ey. Uhm... no, no aún.

Llamaron al camarero y ambos pidieron un café con leche. Cuando el hombre se fue, sobrevino un silencio incómodo que ninguno sabía como romper.

—Bueno... —empezó Bruno, pero no agregó más. No fue él precisamente quien dijo que debían hablar de algo importante.

—Bueno... —repitió Pol, ¿por dónde empezar? No podía simplemente soltarle la bomba del VIH así sin más —. Tengo... hay varias cosas de las que quiero hablar contigo.

—Pues te escucho.

—Vale. Empezaré por el principio —decidió. Bruno lo observó en silencio y asintió, indicándole que continuara —. La fiesta de Rai. Vale, ese día me pasé muchísimo, aunque tú también, ¿por qué tenías que ir pinchándome?

Yo no soy MerlíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora