|16| Dino

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Al bajar del escenario, luego de su presentación, Bruno se dirigió a la mesa donde se encontraban los chicos; donde se encontraban Pol y Samuel.

Se le hacía incómodo que ambos estén juntos, aunque a su parecer era el único que se sentía así. Por un lado, Samuel no estaría incómodo ya que no conocía su historia con el rubio. Y Pol no estaría incómodo porque para él "su historia" no significaba nada.

El rubio fue el primero en ponerse de pie, pero antes de que Bruno pudiera acercarse fue Samuel quien lo atrapó en un abrazo. El pelinegro aceptó encantado la muestra de afecto.

—Has estado espectacular, Brunito —le susurró en el oído.

Al chico le hizo muy feliz que al moreno le gustara como había bailado. Aceptó encantado el beso de Samuel, y aunque ninguno dijo nada, esa era la confirmación de que eran una pareja.

Se apartaron y Bruno se percató de que Pol se había quedado observándolo. Al darse cuenta que lo había notado, el rubio apartó la vista rápidamente. Ana se acercó a Ángela y Bruno y rodeó a ambos con un efusivo abrazo que ambos correspondieron.

—¡Me encantó!

—Han estado genial —comentó Sara algo menos efusiva, pero igual de feliz. Aún así le sonrió al pelinegro y aceptó el abrazo de Ángela.

Mientras Samuel se acercaba al venezolano para felicitarlo, Pol, dudoso, se acercó al pelinegro. No iba a abrazarlo, aunque ganas no le faltaran, ya que no lo consideraba adecuado.

—Te dije que no tenías porqué preocuparte —fue lo que logró articular.

Antes de que Bruno pudiera pensar siquiera en una respuesta, apareció Dino a su espalda y colocó una mano en su hombro, llamando así su atención.

—Bruno, ¿verdad? —preguntó. El chico asintió —, ven conmigo. Tenemos que hablar.

Al bailarín no le gustó nada como sonó aquello y, sin poder evitarlo, miró a Pol en busca de apoyo. El rubio le sonrió y le guiño un ojo antes de decir:

—Anda, no lo hagas esperar.

Bruno tragó saliva y asintió. Buscó a Samuel con la mirada y, una vez que lo ubicó hablando con Sara, giró en dirección al hombre para seguirlo a otro pequeño salón.

No podía evitar preocuparse, Dino se veía muy serio. A lo mejor no había estado a la altura de la actuación, hace mucho que no bailaba y para hacerlo se requiere de práctica y sacrificio. Con la universidad y su abuela incapacitada no había tenido tiempo de pasar por la Academia...

Entraron a la oficina, que consistía en una mesa redonda con unas cuantas sillas, algunos cuadros en las paredes y un pequeño estante con fotografías que Bruno no llegó a apreciar totalmente. Dino lo invitó a sentarse y él hizo lo mismo.

—Cuéntame, muchacho ¿Qué estudias? —preguntó el mayor mientras se servía una copa y le ofrecía una a Bruno. El chico la rechazó.

—Estudio historia, como Ángel.

—Ah claro, claro. Ahí se habrán conocido ¿verdad? —quiso saber Dino, el menor asintió —¿Y por qué esa carrera y no Artes o Danza?

—Amo la danza, pero realmente nunca aspire a ser profesional. Es un estilo de vida, es sacrificio y dedicación, perseverancia... para mí, la danza es más una forma de liberar tensiones, de relajarme. Una forma de aceptarme.

—Una forma de aceptarte... —repitió Dino, sopesando las palabras mientras bebía de su copa.

—Siempre lo sentí como una forma de evadirme —agregó Bruno ante el silencio, inseguro de si debía aclarar más o no —. La danza me hace sentir libre.

Yo no soy MerlíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora