|22| La fiesta - parte 1

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—¡Bruno! Me alegra que hayas venido —saludó Ángel con un gran abrazo. El pelinegro se lo devolvió, había decidido que esa noche la pasaría bien y para eso debía dejar de lado aquel rencor que un poco mantenía con el venezolano por no haber mencionado antes el nuevo trabajo de Pol.

—Hola, Ángel. ¿No te hicimos esperar mucho, verdad?

—No, que va. Me he estado probando algunos trajes —contestó, llevando sus manos a la cintura y girando para que el pelinegro lo admire —, ¿qué te parece?

—Te sienta perfecto —le sonrió Bruno. Su amigo sonrió encantado y luego miró a su alrededor, notando algo extraño.

—¿Y los demás? ¿Sara, Samu, Ana? —quiso saber.

—Samu está atendiendo un llamado, se alejó un poco para poder escuchar mejor —contestó Bruno, volteando en la dirección en la que su novio se alejó. Regresó la vista al venezolano —. Ana se encontró con un conocido y Sara la acompaña.

—Están todos entonces, ¡esta noche va a ser espectacular, nene! —se emocionó Ángel, contagiando la risa a Bruno —. Ten, aquí tienes un traje que de seguro te queda pintado. Voy a buscar algunos para los demás.

El pelinegro recibió el traje que su amigo le entregaba y le echó un vistazo mientras el otro se alejaba hacia los percheros.

—Te verás como de la realeza —escuchó que le decían. Al levantar la cabeza, no se sorprendió de ver a Pol (había reconocido la voz). El chico se acercaba con una sonrisa y bebida en mano —. Me alegra que vinieras.

Bruno se calló una respuesta mordaz -"Si, claro" o "¿Estás seguro de eso?"-, estaba decidido a disfrutar de la noche y discutir con el rubio no era algo que lo pusiera especialmente de buen humor.

—Ángel me lo ha elegido —mencionó, levantando levemente el traje —. Mi yaya estaría encantada con tanta parafernalia.

—Ya lo creo —coincidió Pol. Bebió un trago antes de volver a hablar —, ¿has venido solo?

—No, también están Sara, Ana y Samuel.

—¿Alguien me llamó? —preguntó el moreno, apareciendo a espaldas de Bruno. Le sonrió a su novio y miró a Pol con una sonrisa en su rostro —. Hola, Pol. Por lo poco que pude ver, esta fiesta promete. Gracias por invitarnos.

—Hola. No hay de qué —contestó en automático el rubio, la amabilidad del otro lo desconcertaba un poco.

—¿Todo bien? —le preguntó el pelinegro a Samuel, haciendo referencia a la llamada anterior.

—Ah, si. Mi madre que me avisaba que el finde que viene mi hermana recibe un diploma.

—¿Iras a verla?

—Pues claro. Puedes acompañarme si quieres —propuso Samuel.

Antes de que Bruno tuviera oportunidad de contestar, apareció Ángel con tres mudas de ropa en sus manos.

—¡Samu! Que bueno que vinieras, ya me estaba preguntando porque tardabas tanto. Aquí tienes este traje, se te verá divino. Quita tú, que vengo cargadito. ¿Las chicas dónde están? Tengo un par de vestidos que les quedarán perfectos y...

—Calma, hombre, respira —se burló Samuel recibiendo el traje. Volteó hacia la derecha y señaló —. Las chicas estaban por allá la última vez que me fijé.

—Perfecto, les llevaré los vestidos y ustedes ¡a cambiarse y disfrutar de la fiesta! —se alejó gritando lo último.

—Ya lo oíste —le habló Samuel a su novio, con una gran sonrisa iluminando su rostro —, a cambiarse y disfrutar.

Yo no soy MerlíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora