|17| El dilema del coche autónomo

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—¿Ustedes piensan que todo ser humano tiene dignidad? —preguntó María Bolaño a la clase. Se escuchó un murmullo afirmativo —. La respuesta parece obvia: sí. Vayamos a un estudio que hicieron en la Universidad de Virginia en Estados Unidos. Imaginen que tienen que programar un coche autónomo. Un día ese coche se puede quedar sin frenos delante de un paso de cebra por el que cruzan ocho individuos, ¿qué es más ético; que el coche atropelle a un grupo de tres peatones o a un grupo de cinco?

—Tres, mientras menos daño haga, mejor —contestó una alumna, muchos se encontraron de acuerdo con la respuesta.

—¿Y si les digo que esos tres peatones son niños y los otros cinco son jubilados de noventa años? ¿Sigue pensando que matar al grupo de tres es hacer el menor daño posible?

Los alumnos empezaron a dar su opinión al mismo tiempo, la catedrática siguió hablando.

—Podemos decir que todos los seres humanos tienen dignidad, pero ¿no les parece que algunos tienen más dignidad que otros?

En ese momento las opiniones se encontraban divididas, Oti pensaba que sí, Biel que no. Pol se mantenía callado y observaba a los demás. María pidió silencio a los alumnos antes de continuar.

—Les propongo un caso concreto: por un paso de cebra cruzan una anciana, un enfermo, un ejecutivo y un ladrón, ¿a cuál de ellos se llevaría por delante, como un mal menor, un coche autónomo?

—Al enfermo.

—Biel, tío, antes que pringe el ladrón —le contestó Oti.

—No, porque el ladrón aún tiene la posibilidad de reinsertarse en la sociedad y ser productivo, en cambio el enfermo no.

Aquellas palabras hirieron un poco a Pol. No estás enfermo, sólo convives con un virus, se recordó.

El disgusto no fue sólo por su parte, los otros también le reclamaban a Biel por su respuesta.

—Bueno, ¿qué pasa? Estoy tratando de ser racional y vosotros os ponéis sentimentales —el chico regresó la vista a su cuaderno.

—No, no. Esto es interesante. Continúe —le pidió la catedrática a su alumno.

—No, nada, que... no sé si una ética puede basarse en los sentimientos de cada uno porque son subjetivos.

—¿Usted propone una posición ideológica basada en la optimización del beneficio económico?

—S-si. Por eso digo que el enfermo le cuesta dinero a la sociedad. Y lo digo pensando en los recursos que tiene el estado.

Pol rodó los ojos ante la respuesta de Biel.

—¿Entonces es todo una cuestión de dinero? —insistió María Bolaño.

—A ver, en la sanidad pública no se tiene en cuenta el dinero para tomar decisiones.

—El factor económico se tiene en cuenta al tratar a los pacientes —aportó Rai, que se encontraba sentado al lado del rubio.

—Y en países como Estados Unidos más —habló otro.

—Por eso pienso que el coche autónomo, si tiene que programarse para hacer el mínimo daño posible, decidirá, tal vez... no tanto cuál de los cuatro debe morir sino cuáles son los tres a los que le conviene salvar.

—Bien argumentado, joven —contestó la profesora y le dirigió una mirada significativa al rubio. Mientras, Rai felicitaba a Biel.

Más tarde, María Bolaño finalmente convencería a Pol Rubio de participar del Banquete de Platón y el debate del amor para así dejar de lado sus traumas.

Yo no soy MerlíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora